Reflexiones de Cuaresma 2022
Y perdónanos nuestras deudas, como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. (Mt 6,7-15)
Será difícil para los ucranianos o para el resto del mundo perdonar a los dirigentes rusos y a sus partidarios. Tenemos que empezar ahora antes de que la fuerza oscura implosione y se destruya a sí misma -y a tantos otros como daños colaterales- como siempre hace. Solo el perdón nacido de la verdadera perspicacia y sabiduría impide o retrasa que esa fuerza se reagrupe. Recuerda cómo el demonio que tentó a Jesús en el desierto lo dejó “para volver a la hora señalada”.
El perdón en una mentalidad individualista es prácticamente imposible de lograr. El individuo contra el que se peca queda detenido en un estado de indignación por la injusticia que ha sufrido y se ve a sí mismo principalmente como una víctima. Esto es natural y debe ser tratado con gran comprensión y sensibilidad. Pero es inadecuado e impide la plena curación y el restablecimiento de relaciones sanas. Es la trampa de la cultura de la venganza y alimenta la actitud de “ojo por ojo, diente por diente” ante la vida.
Toda la sabiduría religiosa profunda ve la necesidad de perdonar, la verdad inherente a la cancelación de las deudas. Jesús lo convirtió en el pilar central de su enseñanza moral unificada del amor, que surgió directamente de su conciencia mística. Como todo el mundo, sus discípulos se esfuerzan por aplicar la enseñanza del perdón.
La doctrina del Cuerpo les permite no desistir en el intento y seguir defendiéndola incluso cuando fracasan. En la tradición mística cristiana -que es su alma y fundamento- Cristo no es un maestro externo, colocado en una columna para adorar y admirar. Esa fantasía lo mantiene a una distancia segura e impide que nos toque despiertos.
La verdad es que nosotros somos Cristo.
Vislumbrada, aunque sea a medias, esta verdad reajusta nuestra visión de todo, empezando por nosotros mismos.