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Grupos de Meditación

La meditación cristiana puede practicarse en forma individual y grupal.

En forma individual, diariamente, por la mañana y por la tarde o noche, de 20 a 30 minutos cada vez.

En forma grupal, generalmente una vez por semana, en alguno de los numerosos grupos presenciales o virtuales que te ofrece la WCCM. Meditar en grupo fortalece y afianza la práctica diaria individual. 

Donde hay dos o más reunidos en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos (Mt 18, 20).

 

Antecedentes

Podemos decir que los antecedentes de los grupos de oración se remontan a los primeros cristianos. Ellos también se reunían en las casas. 

Este reunirse para orar formó la “koinonia” o interacción social y la comunión, marcas que distinguían y fortalecían a la iglesia primitiva. Es decir, el grupo de meditación es una comunidad de fe muy parecida a la comunidad de los primeros cristianos de la época de San Pablo.

Juan Casiano

Juan Casiano tuvo una enorme influencia en San Benito, y fue quien en el siglo IV introdujo el uso del mantra (palabra sagrada o “fórmula”, como la denominaba) en el monasticismo occidental. Él recomendaba que quien quisiera aprender a orar debía tomar una sola frase y simplemente repetirla una y otra vez. Ésta es la mejor manera de arrojar todo tipo de distracciones y bullicios de la mente y llegar a descansar en silencio junto a Dios. (Juan Casiano, Conferencias, X Conferencia, sobre la oración). 

La enseñanza de Casiano está basada en las palabras de Jesús: “Cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Al orar, no hablen mucho… porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan”. (Mt. 6, 5-8). 

John Main retomó esta enseñanza y así inició en el siglo XX los primeros grupos de meditación cristiana, abriendo esta práctica de oración contemplativa para toda persona, no solo para quienes son monjes o monjas.  

El grupo hoy

Lo esencial del grupo de meditación es compartir el silencio. El silencio sana, libera, nos une a Dios y a los demás. Al estar en contacto con los otros hermanos, despertamos a la verdad más profunda de nuestro ser. La peregrinación a través de la meditación es un viaje difícil y no debemos creer que podemos caminar solos. Necesitamos a los demás. Reconocer esto ya es, de por sí, un acto de profunda humildad.

Las personas que forman un grupo de meditación tienen ideologías, historias de vida, antecedentes educacionales, sociales y religiosos muy distintos, sin embargo, esto no es un obstáculo; están unidas porque son personas que descubrieron su centro común, Cristo, que vive en sus corazones y en el corazón de toda la creación.

El gran legado de la vida y la enseñanza de John Main fue la formación de pequeños grupos semanales de meditación cristiana. Cualquier lugar es apto para orar: una casa, una oficina, una escuela, un hospital, ¡hasta un bar o una plaza!

Tampoco es importante el número de participantes. Lo único importante es la fe y el compromiso de cada uno de los integrantes.

La reunión semanal

La reunión dura aproximadamente una hora. Tiene tres momentos esenciales:

– Un tiempo para la enseñanza: Se lee o se escucha alguna lectura de John Main o Laurence Freeman.

– Media hora de meditación silenciosa.

– Una lectura bíblica y un tiempo para hacer preguntas o compartir algún comentario.

La meditación silenciosa es la parte más importante de la reunión. William Johnston, en El ojo interior del amor dijo: “Por ejemplo, podemos sentarnos en meditación silenciosa y sin palabras. Y en esta situación podemos sentir no sólo el silencio de nuestro propio corazón, sino el silencio de todo el grupo. A veces, tal silencio será casi palpable y él puede unir a las personas más profundamente que cualquier palabra”.