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La Meditación Cristiana

Las enseñanzas simples de la meditación cristiana

Una muy antigua definición de la oración la describe como “la elevación del corazón y la mente a Dios”. La mente es la que piensa, cuestiona, planea, es el órgano del conocimiento, de la razón. El corazón es el órgano del amor. La conciencia mental debe correrse para dar lugar a la forma más plena de conocer: la conciencia del corazón. El amor es completo y verdadero conocimiento.

La mayoría de nuestro entrenamiento en la oración está limitado a la mente. Cuando éramos niños nos enseñaron a decir nuestras oraciones, a pedirle a Dios lo que necesitábamos. Pero ésta es sólo una parte del misterio de la oración. La otra parte es la oración del corazón, en donde simplemente somos y estamos con Dios, quien vive en nuestro interior, en el Espíritu Santo que nos ha entregado Jesús.

La meditación cristiana

La meditación, también conocida como oración contemplativa, es la oración del corazón que nos une a Jesús en el Espíritu. La meditación no es algo nuevo en la experiencia cristiana, por el contrario, está arraigada profundamente en nuestra tradición.

Meditar es vivir en la presencia de Dios.

Para ello, es importante que busquemos:

Silencio: Dejando a un lado el mundo del ruido, de las distracciones, de las palabras, de las imágenes, de las preocupaciones, de los sueños y fantasías y, así, poder entrar al silencio de tu corazón, que es donde Dios se manifiesta.

Quietud: Física y mental. Como dice el salmo: “Permanece quieto y sabrás que soy Dios”.

Simplicidad y atención: Necesitas estar atento a la Palabra de Dios en tu vida y, al darle toda tu atención, estarás comprendiendo que el Amor es ser y estar atento al Otro. También aprenderás a vivir en el presente y, por lo tanto, podrás ser parte de la realidad que existe como fuente de toda realidad: la realidad de Dios.

Para llegar al silencio, a la quietud y a la atención en simplicidad, necesitamos utilizar una palabra sagrada, también llamada mantra. Sugerimos la palabra “Maranatha” que significa “Ven, Señor” o “Señor, ven”. Es una palabra aramea, el idioma que hablaba Jesús.

La parte más importante de la meditación cristiana es permitir que la misteriosa presencia de Dios dentro de nosotros se convierta más y más, no solamente en una realidad, sino en la realidad que nos da significado, forma y propósito a todo lo que hacemos, a todo lo que somos. John Main O.S.B.