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Carta 35- Ciclo 2: Más allá del pensamiento

La experiencia de San Pablo del Cristo resucitado refleja nuestra experiencia de Él en el profundo silencio de nuestra meditación: “Él es una presencia real, ascendida, encontrada en la profundidad de la experiencia personal del discípulo y del nuevo creyente”.

Sin embargo, con frecuencia cuando experimentamos el comienzo de esta presencia silenciosa, huimos llenos de pánico. Al abandonar nuestros pensamientos, estamos “abandonando nuestro ser”, tal como Jesús nos urge a hacer. Pero abandonar nuestro sentido de identidad con nuestro ego, no es cómodo; el ego, listo a ser abandonado, se siente amenazado y nos llena de un fuerte sentimiento de soledad y aislamiento. Nos hace sentir que estamos entrando en un amenazante abismo, en el vacío. Nosotros, nuestros egos, nos sentimos completamente fuera de control. Y sin embargo es lo que debe pasar. Necesitamos entrar en “La nube del No Saber” como lo llamó un místico inglés del siglo XIV. Solamente abandonando al ego, la superficie pensante de nuestro ser, podemos experimentar quiénes somos realmente y quién es Dios realmente. Cuando nos decidimos, el sentimiento de soledad y aislamiento con que el ego nos llenó, desaparece y nos sentimos sostenidos en un amoroso abrazo con todo y con todos. La amenazante soledad se convierte en una amorosa plenitud interconectada.

Tenemos que aceptar que no podemos capturar ni a nuestro verdadero Ser ni a Dios con nuestra mente racional, con palabras e imágenes: “El / Ella se encuentra… más allá de las palabras, de todo concepto, de todo pensamiento… El / Ella se encuentra por sobre todo lugar y tiempo… Te quedas con el concepto de ser puro y eso es lo más cercano que puedes estar de Dios” (Clemente de Alejandría, Siglo II).

Esta sensación de estar sostenidos amorosamente, en forma protectora - en la red del ser -, solo se puede experimentar. Al poner atención a nuestro mantra, al concentrarnos en nuestra palabra, como hemos visto en las últimas cartas, desconectamos nuestros pensamientos y conectamos a un modo diferente de conocer.

Esta forma de conocimiento se encuentra en nosotros, y ha sido demostrado en una investigación con niños: “Se realizan electroencefalogramas a niños (menores de dos años) que demuestran que siempre funcionan en modo alfa – estado de conciencia alterada para un adulto - en vez de funcionar en modo beta característico del estado de conciencia madura” (Lynne Taggart, ‘The Field’)”. Por lo tanto, meditando podemos retornar conscientemente al modo de percepción que primero fue instintivo e inconsciente.

Por lo tanto, el abandono del ego repleto de pensamientos no es la entrada al olvido y a la no-existencia. No perdemos nuestra individualidad: indudablemente el individuo pierde todo sentido de separación con EL y experimenta una unidad total, pero eso no significa que el individuo no exista más.

“Así como cada elemento de la naturaleza es un reflejo único de la Realidad única, también cada ser humano es un centro único de conciencia dentro de la conciencia universal.” (Bede Griffiths).

“Es importante recordar que la palabra “individuo” originariamente significaba indivisible… Alguna vez un individuo fue una persona o una cosa vista en relación con el todo al que pertenecía. El todo definía al individuo porque el individuo era indivisible de él” (Laurence Freeman, Jesús, el Maestro Interior).

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