Reflexiones de Cuaresma 2022
¿Recuerdan esos días en los que había que leer mapas para llegar a donde queríamos llegar? Cada persona en Londres tenía un mapa de la ciudad con todos los pequeños callejones con sus nombres, aunque siempre el lugar a donde teníamos que ir quedaba en la parte ilegible del borde de la página. Hoy en día, descansamos en la absoluta pasividad del GPS, guiados por una voz que habla por dos satélites que están dando vueltas alrededor del planeta, y nos corrige el camino con la implacable paciencia del Espíritu Santo cada vez que desobedecemos sus comandos.
Los mapas y las instrucciones nos ayudan a navegar muchos de los giros y vueltas de la vida. Sin las guías que nos dan, podemos sentirnos a la deriva. La persona joven que una vez me dijo “tengo lo que quería. Lo logré. Pero me siento completamente perdido” era un caminante que se sentía sin rumbo o sentido de la dirección. Había esperado que el hogar fuera su destino. Pero se había desconectado de poder conocer el hogar como la dirección en la que viajamos de un momento al momento siguiente.
Fácilmente podemos sobrevalorar los mapas, los sistemas, las explicaciones, e incluso las palabras sabias de dirección. Lo que realmente importa es sentirse en casa en cada una de las transiciones de la vida. Por ejemplo, en la jerga espiritual hablamos de “niveles de conciencia” y dibujamos diagramas que nos dan la sensación de orden en la confusión creada por todo lo que se desliza y rebota entre sí.
Observar mapas o diagramas, o escuchar teorías brillantes se puede parecer a estar frente a grandes avances de un nivel a otro. Avances que quizás no tengamos el coraje o la energía suficientes para hacer. Pero piensen en la vida como una serie de habitaciones interconectadas en un museo lleno de fascinantes y encantadores descubrimientos del pasado y engañosas visiones de posibles futuros. La puerta entre una habitación y la otra está siempre abierta. No estamos encerrados en nuestra habitación actual. No hay razón para temer la expansión de nuestro sentido de nosotros mismos si nos movemos de una habitación a la otra.
Puedes mirar el mapa del museo en la pared, pero la experiencia que realmente importa no es memorizarse el mapa, sino buscar y descubrir. De a poco, se forma una sensación de la estructura que estamos explorando y se convierte en nuestra propia forma.
Esto lleva tiempo – 40 años de Éxodo o 40 días en el desierto. Tememos ser caminantes y queremos regresar, pero el miedo evoluciona hacia el asombro y el pasado se transforma gracias a lo que descubrimos en el presente. Una Cuaresma feliz. Una Ucrania valiente. Resistan.