Comencemos este Adviento comprendiendo que Dios no existe. Dios es. Eterno, inmutable, ilimitado, inimaginable, al que “nadie ha visto ni podrá ver jamás”. De alguna manera, y por una razón que nunca podremos objetivar, sino sólo experimentar, Dios hizo existir lo que antes no existía. Humanamente lo sentimos a través de nuestra propia creatividad, haciendo un poema o una lasaña que no existía antes, o disfrutando de los momentos musicales impresionantes o del asombro de un niño ante el mundo que acaba de descubrir. Crear algo nuevo es una forma de sentir para qué sirve nuestra existencia: que, al comenzar un nuevo año eclesiástico, debemos recordar que no es otra cosa que poder convertirnos en quien nos creó. Dios se hizo humano para que los seres humanos puedan convertirse en Dios.
Cuando era un muchacho en la escuela, recuerdo haber tenido acaloradas discusiones con amigos sobre la “existencia de Dios”, similares a los argumentos del difunto Christopher Hitchens, que durante años hizo campaña contra Dios en los medios de comunicación, como uno podría negar con vehemencia la existencia de los unicornios o de Sherlock Holmes. Por supuesto, Dios no existe. Dios es. Desde el primer momento de la revelación bíblica, Dios no dijo nada sobre (sí mismo), excepto “Yo soy el que soy”. Hola Ser, ¿qué hay de nuevo?.
Sin embargo, hoy comenzamos la preparación de la existencia de Dios. Dios existe pero a través de (su) auto-manifestación en lo que (él) creó y sigue existiendo por la continuidad de la creación. Mientras hago un nuevo párrafo que no existía antes Dios dice que el nuevo párrafo exista, que el teclado y los semiconductores existan, que Laurence exista en toda su rareza.
Dios existe a través de nosotros. Esto se hizo implícito el 25 de marzo (fiesta de la Anunciación, cuando el feto humano de Jesús fue concebido) y se hace explícito, nueve meses después, el 25 de diciembre, cuando el niño Jesús entra en el mundo. Nuestra fe en Dios adquiere una nueva dimensión y vivacidad al percibir el modo en que Dios pasa del ser a la existencia a través de lo humano.
Como esto parece mucho para asimilar, necesitamos tiempo para reflexionar y prepararnos. Este tiempo se llama Adviento (que significa literalmente “venir hacia nosotros”). Para sentir que esta extraña verdad se acerca en las próximas semanas, no podríamos hacer nada mejor que tomarnos más en serio nuestros tiempos de meditación.
Después de algunos años de práctica, he llegado a la conclusión de que es mejor quedarse dormido en la meditación (cosa que puedo hacer) que bostezar en medio de la meditación. Los discípulos se durmieron involuntariamente más de una vez y probablemente Jesús también lo hizo. Pero bostezar puede significar que se está siendo perezoso, a medias, fingiendo. Para ver que el Dios que es se convierte en el Dios que existe tenemos que estar totalmente despiertos. De ahí la enseñanza del evangelio de hoy: ” Permanezcan despiertos”. ¿No sería triste perderse el momento de nuestra breve vida en el que se produce este nacimiento? También ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen vendrá el Hijo del Hombre”.
Laurence Freeman.