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Jueves de la tercera semana de Cuaresma

Cuando llegamos a Bonnevaux, encontramos en la antigua capilla una estatua bastante hermosa de un niño y una mujer mayor unidos en profunda atención. A menudo María es representada en el arte sacro como una niña a la que su madre le enseña a leer. En cuanto vemos el libro en el regazo de la madre, nos damos cuenta hacia dónde se dirige su conciencia unificada. Simbólicamente, ella está aprendiendo a comprender las palabras y a absorberlas hasta que esté preparada para absorber completamente todas las palabras en la Palabra y permitir que se encarne en ella.

Esta semana hemos dado la bienvenida a los primeros estudiantes de la Academia WCCM aquí en Bonnevaux para su primera semana residencial. Es el momento de construir una comunidad de aprendizaje y de empezar a pensar con una mente de principiante sobre lo que es esencialmente el aprendizaje. Empezamos con una discusión sobre una frase de las Reglas de Benito: ‘nos proponemos fundar una escuela para el servicio del Señor’. El afirma que esto no será para nada duro, opresivo o pesado aunque la disciplina será necesaria para corregir errores y proteger el amor.

La Academia es una escuela para la vida contemplativa. Gran parte de la educación moderna se ha vuelto dura y pesada porque ha perdido contacto con su propósito esencial de llevar al estudiante a un grado cada vez mayor de conciencia. La mayoría de las instituciones educativas han creado un ídolo del éxito académico al servicio de un alto rendimiento en una carrera posterior. En lugar de expandirse, la conciencia se contrae en una secuencia de títulos de papel adorando al becerro de oro de las notas y las calificaciones. En la Academia esperamos volver a aprender el arte de aprender, en vez de adquirir conocimientos buscamos permitir que el conocimiento se encarne.

Para aprender sólo necesitamos una mente de principiante, fresca, curiosa y abierta a la metanoia. Con esta mente, no nos preocupa parecer malos o tontos porque es obvio que no podemos aprender a menos que sepamos lo que no sabemos y pasemos de la ignorancia a la comprensión. No hay ninguna reacción que paralice al ego por equivocarse. Los fracasos y los errores se convierten rápidamente en nuevos puntos de partida y momentos de enseñanza. No hay necesidad de ser duros con nosotros mismos, de sentirnos oprimidos por los retos de pasar de la confusión a la claridad o de encontrar pesado el yugo de la disciplina que nos mantiene aprendiendo.

El éxito, la competencia y el deseo de ganar pueden tornarse peligrosos en cuanto adquirimos cierto nivel de competencia. Llega el momento de aprender algo nuevo. Sin embargo, la continuidad también es necesaria. Cambiamos permaneciendo en el camino y descubriendo la interconexión de todas las ramas del conocimiento. Ahora estamos aprendiendo lo más importante. Estamos aprendiendo a aprender. La disciplina del estudio produce frutos que perdura no sólo en el carácter, la estabilidad y la integración personal, sino en los frutos del espíritu despierto a través del poder de la atención.

Entonces la interconexión con la meditación se hace evidente. Al surgir de la quietud y el silencio, el manantial del autoconocimiento refresca la mente del estudiante. Nos enseña que la escuela en la que aprendemos no existe para lo que obtenemos de ella, sino para el servicio del Señor.

Laurence Freeman 

Traducción: Gabriela Howson, WCCM Argentina

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