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Sábado de la quinta semana de Cuaresma

Hace algunos años, tuvimos un huésped en el monasterio que estaba interesado en Thomas Merton. Decir “interesado” es quedarse corto. Era un fanático de Merton, había leído todos los escritos de Merton y cualquier cosa que hablaras con él era inmediatamente llevada de vuelta a Merton. Admiro a Merton, pero con este entusiasta, quería evitar incluso pensar en él. Después de que el huésped hubiera pasado algún tiempo con nosotros, lo observé desde lejos y me di cuenta de que incluso se vestía como Merton. Llevaba el mismo tipo de gorro, se afeitaba la cabeza y usaba pantalones vaqueros. Era tal su proceso de identificación con Merton, que finalmente, terminó enamorándose de una enfermera que también se alojaba con nosotros.

¿Qué significa ser como Cristo? Afortunadamente, no tenemos fotos de cómo se vestía o cómo era su apariencia. Hay muchas especulaciones sobre sus relaciones y sus primeros treinta años, las cuales no nos ofrecen mucho material para la “imitación de Cristo”. El libro que así se titula, nos dice más sobre el autor y su espiritualidad de negación del mundo que sobre la figura histórica de Jesús.  El discípulo de Cristo no es un miembro de su club de fans que trata de hacerlo relevante para nuestro tiempo preguntando, por ejemplo, qué diría Jesús sobre el tema de las personas transgénero. No podemos imitar a Jesús, en el sentido ordinario, pero estamos destinados a ser uno con él.

No hay muchas personas en nuestra vida (somos afortunados si hay alguna), con las que sintamos una conexión profunda y duradera, a menudo desde nuestro primer encuentro. Esto va más allá de simplemente gustarnos o tener intereses similares. Es una sensación inevitable de conocer un punto de convergencia en el otro donde la identidad no se pierde tanto como se absorbe en el reconocimiento del yo en el ser del otro. Conexión es una palabra débil para describir esto, pero es real; y abre una dimensión de conciencia hasta entonces inconsciente.

Esta conexión o resonancia puede ocurrir, de hecho, entre personas con personalidades e intereses muy diferentes. Una persona saludable y activa puede encontrarla con otra persona que habla un idioma diferente y que sufre una enfermedad terminal. La persona enferma irradia alegría y paz de tal manera que es inmediatamente reconocida y compartida por la persona saludable. No hay necesidad de expresiones convencionales de simpatía. Una extraordinaria empatía ya se ha mostrado en el humor compartido y en el desapego.

Si queremos ser como Cristo, esto sucederá, no intentando imitarlo, sino resonando con la Mente, la Persona de Cristo de esta manera directa. De manera sorprendente y misteriosa, reconocemos esta conexión en nuestro interior, pero de igual manera sabemos que el otro sigue siendo otro. Lo reconocemos por la serenidad y la alegría. El sufrimiento no lo logra. Es la experiencia más personal y, sin embargo, trasciende la identidad del ego familiar. Jesús debió haber sentido esto con Dios y es lo que quiere compartir con nosotros.

Hoy nos estremecemos nuevamente al borde de la Semana Santa y de la gran narración de la Pasión. Una vez más, la Cuaresma comienza a dar sus frutos mientras el desierto florece. Para ayudarnos a ser como Cristo, a verlo en nosotros mismos y a nosotros mismos en Él, podría ayudarnos el recordar las conexiones más profundas de nuestras vidas.

Laurence Freeman OSB

Traducción: Ramón Bazán, WCCM México

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