3 de diciembre de 2023
La aceptación generosa e incondicional puede parecer superior a nuestra capacidad. Sin embargo, la lección es siempre: más humildad.
Marcos 13:33-37
Jesús dijo “Estén preparados y vigilando, porque no saben cuándo llegará ese momento.
Cuando un hombre va al extranjero y deja su casa, entrega responsabilidades a sus sirvientes, cada cual recibe su tarea, y al portero le exige que esté vigilante.
Lo mismo ustedes: estén vigilantes, porque no saben cuándo regresará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o de madrugada; no sea que llegue de repente y los encuentre dormidos.
Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: Estén despiertos.
Esta enseñanza expresa el espíritu del Adviento. Al igual que el Adviento, no se trata de demora ni abstracción. Sin embargo, es difícil ver lo que realmente significa la sencilla instrucción de “permanecer despiertos”. Si no vemos lo que significa, ¿cómo podemos obedecerla? El amo ha dejado solos a sus siervos. Es como la sensación de que Dios está personalmente ausente pero impersonalmente presente en las leyes del universo o la Ley de Murphy (si algo puede salir mal, saldrá mal).
Estaba viajando con la intención de pasar un fin de semana solo en un retiro antes de una operación médica. Al llegar al aeropuerto descubrí que me habían robado la maleta del tren. Tuve que informar en francés a un funcionario que no podía apartar los ojos de su teléfono móvil y me trató con un desprecio apenas disimulado. Después, el vuelo sufrió un gran retraso. Decidí aprovechar la ocasión para comprarme un aparato que necesitaba o, al menos, deseaba desde hacía tiempo. Lo instalé con éxito y de repente se me estropeó. Una inoperancia real, repentina y sin arreglo. Al día siguiente tuve que volver y perder horas en un centro comercial de pesadilla para que me lo cambiaran. Mi fin de semana de retiro se arruinó y ¿por qué me sentí culpable? Llegar al hospital fue casi un alivio porque algo parecía querer obstruirme. Al día siguiente de la operación perdí las gafas, lo que me causó grandes molestias durante más de la semana que tardaron en cambiármelas. Me vi obligada a ser paciente (¿con quién podía enfadarme?), pero tenía la triste sensación de que existía un patrón de hostilidad
No me quejaba. Pero, ¿estaba imaginando un patrón? No, eran hechos reales, aunque me recordaran la ley de Murphy: “Si algo puede salir mal, saldrá mal y en el peor momento posible”. Me pareció más humorístico que hostil. ¿Tenía que entender esta extraña sucesión de acontecimientos? No, simplemente tenía que acogerlos con indiferencia, impersonalmente, sin juzgarlos ni explicarlos, sin resentimiento, que es una máscara de la ira.
Tal vez esto es lo que significa “permanecer despierto”. Al fin y al cabo, ¿quiénes somos? Sirvientes, no autónomos, menos como un mayordomo esnob, más como un esclavo doméstico. No entender la voluntad del amo y, sin embargo, tener que aceptarla y obedecerla produce a veces una fría impersonalidad. El amo está ausente y no sabemos cuándo volverá y pondrá fin a la racha de mala suerte. Pero volverá. Esto sigue pareciendo una interpretación superficial y literal, y no lo que es el Adviento como práctica espiritual. No es Papá Noel, sino el Maestro invisible quien regresa el día de Navidad. Si el Nacimiento es realmente un regreso, todo tiene un propósito.
La aceptación generosa e incondicional puede parecer superior a nuestra capacidad. Sin embargo, la lección es siempre: más humildad. Simone Weill dijo que “la humildad es paciencia atenta”. En la desgracia aprendemos a estar preparados para lo inesperado. Nuestra vigilia, entonces, se convierte en alegría.
Laurence Freeman, OSB