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Lunes de la Primera Semana de Cuaresma

19 de febrero de 2024

Una de las mejores maneras de cambiar tu perspectiva sobre la vida y la visión de la realidad es hablar con inteligencia con un niño. O, mejor dicho, tratar al niño como un ser inteligente y escuchar. Las preguntas que hace un niño, las percepciones que transmiten ingenuamente, pueden detenernos y hacernos humildes.

Desde nuestros primeros destellos de conciencia, el ser humano está condicionado no solo para sobrevivir y reproducirse, sino también para cuestionar, buscar significado y anhelar la plenitud. A veces pienso cuánto más fácil sería todo si no tuviéramos esta condición, porque el cuestionamiento, la búsqueda y el anhelo también traen descontento y sufrimiento. No sorprende que hoy en día exista una industria, llamada turismo y entretenimiento, que nos permita escapar de esta carga humana y fantasear que podemos ser felices solo consumiendo lo que deseamos. Nada parece más maravilloso que engancharse con una serie de Netflix o incluso, más tristemente, formas peores de adicción y negación.

Una vez, un joven visitante me contó cómo había estado disfrutando de un viaje hedonista en playas de Tailandia, con una nueva novia y otros amigos. Recostado sobre la arena dorada, pensó para sí mismo ‘esto es vida’ y luego, como si el suelo hubiera sido repentinamente arrancado de debajo de él, se dio cuenta de que no era suficiente, no era lo que realmente quería. El cuestionamiento, el significado y el anhelo regresaron.

No estoy diciendo que la vida no pueda ser placentera o que siempre tengamos que ser serios. Muy al contrario, yo mismo soy un hedonista. Pero sea lo que sea que estemos haciendo, trabajando arduamente, relajándonos, o buscando y anhelando, nosotros, como seres humanos, necesitamos estar abiertos a la inmensidad por la que viajamos y de la que formamos parte. No podemos escondernos de lo que está oculto a simple vista para la mente humana.

Nuestra búsqueda de significado y plenitud nunca será satisfecha. Para todas nuestras preguntas, no hay una respuesta final. Nunca podemos ver la luz, pero vemos todo a través de la luz. El Salmo 36 contradice esto: ‘En tu luz, vemos la luz’, dice; y maravillosa y desesperadamente ambos son ciertos. El horizonte es un límite que nunca podemos alcanzar porque siempre vamos más allá de lo que pensamos posible. La felicidad es siempre esquiva y siempre ineludible. La necesidad del ego de cerrar y controlar siempre será frustrada.

¿Qué significa esto? Que Dios está con nosotros en nuestra humanidad básica, dentro de nuestras humildes limitaciones. En un mundo turbulento, cuando las cosas se desmoronan en nuestras vidas, hay una razón inevitable para el optimismo.

Laurence Freeman

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