Uno de los lectores de estas ‘Cartas’ preguntó por qué en nuestra Comunidad no se le da la misma importancia a los beneficios de la meditación en la salud que otros le dan.
La razón está resumida por Laurence Freeman: “Desde una perspectiva espiritual te relajas para meditar en vez de meditar sólo para relajarte” (en Jesús el Maestro Interior).
¿Por qué la meditación es tan popular en nuestros días especialmente en nuestro mundo secular? La razón principal es que ha quedado demostrado que es un excelente antídoto contra el estrés, causa de tantas enfermedades en nuestros días.
El estrés afecta la liberación de hormonas importantes en el flujo sanguíneo. Las dos más importantes en este caso son la serotonina y el cortisol. La serotonina es un químico que influye en nuestro estado emocional: un estado de felicidad se asocia con niveles altos de serotonina y un estado de tristeza se asocia con niveles bajos. El estrés reduce considerablemente el nivel de serotonina. Además el estrés hará aumentar los niveles de la hormona de cortisol en nuestro flujo sanguíneo, lo cual dispara nuestro reflejo de “huida o lucha”. Esto nos lleva a un estado permanente de tensión y alerta contra el peligro, lo cual a su vez está demostrado que lleva a la pérdida de memoria, depresión y ansiedad.
El impacto de la meditación sobre el estrés subyace a muchos de sus comprobados beneficios para la salud física. En algunos pacientes, la meditación practicada regularmente se asocia con una reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares, también con una disminución en la presión sanguínea, es probable que en ambos casos sea el resultado de un mejor manejo del estrés. La meditación practicada regularmente también aporta beneficios psicológicos, tales como la reducción de la ansiedad y la depresión, mejorando los mecanismos de defensa para lidiar con la enfermedad y el dolor crónico y abordar el comportamiento adictivo, todos los cuales son, al menos en parte, manifestaciones del estrés (‘The Blissful Brain’ por Shanida Nataraja).
Los que practican la meditación como una disciplina espiritual también encuentran estos beneficios, pero los consideran efectos secundarios afortunados y no el principal objetivo de la disciplina.
La meditación como disciplina espiritual no solo trata la unidad del cuerpo sino también la unidad de la mente y el espíritu – la unidad de nuestro ser total; el silencio de la meditación nos permite transformarnos en lo que estamos predestinados a ser, un ser que actúa por amor, pacífico y armonioso. Nos movemos de la superficie a la profundidad de nuestro ser, donde habita Cristo. Y al hacerlo, no solo nos relacionamos mejor con nosotros mismos, sino también con los demás, con la creación y con la Divina Realidad, en la que todos estamos arraigados.
"Los hombres y las mujeres deben restaurarse primero a sí mismos de modo tal que, usándose a sí mismos como si fueran un escalón, puedan ascender desde allí y llegar a Dios" (San Agustín).