Cuando comenzamos a meditar, pronto nos damos cuenta que la disciplina es simple pero no fácil. Cuando hayamos logrado neutralizar nuestra inquietud exterior, ésta tratará de encontrar una salida diferente; si no nos podemos mover físicamente, permitiremos que nuestros pensamientos efectúen su “caminata”. Nos ocuparemos de nuestras fantasías todo el tiempo, planificaremos, nos esperanzaremos o nos preocuparemos, e interiormente estaremos aún llenos de ruidos y de permanente movimiento; un loco torbellino de pensamientos desconectados. Pronto nos sentiremos decepcionados y nos veremos tentados a abandonar. Intentaremos aquietar la mente durante nuestra meditación, pero en cambio seremos constantemente asaltados por todos estos pensamientos dispersos. Nos asaltará la duda y tal vez pensemos que no deberíamos estar haciendo esto. No obstante, el mensaje de John Main y Laurence Freeman es ¡Perseveren! No será hasta que verdaderamente abandonemos todos nuestros pensamientos e imágenes, que seremos conscientes que nuestra mente los considera esenciales para formar nuestra identidad. Nos daremos cuenta que, bajo nuestro esquema egocéntrico, en tanto y en cuanto pensemos, sabremos quiénes somos y tendremos un módico control sobre lo que ocurre, no importa cuán fantasioso sea. Nos sentimos al mando y entonces nos sentimos seguros.
Es más, pronto nos damos cuenta que en realidad somos adictos a nuestros pensamientos, porque hemos sido formados dentro de un esquema en donde nuestros pensamientos son considerados como la actividad más elevada con la que nos podemos comprometer. Descartes, con su frase “Pienso, luego existo” en realidad conectó a la existencia con el pensamiento. El no pensar aparece como una amenaza para nuestra propia integridad y sobrevivencia.
No debe sorprendernos que las personas tengan temor cuando se enfrentan con una disciplina como la meditación que nos invita a abandonar los pensamientos y nuestras imágenes; en realidad, todas las operaciones de la mente racional: el pensar, la memoria y la imaginación. ¡Pero nosotros somos más que nuestros pensamientos!
La forma más importante de manejar nuestros caóticos pensamientos es aceptándolos. ¡¡Conforman la parte superficial de nuestro ser después de todo!! Pero esto no es tan fácil como parece. Estamos tan habituados a criticarnos y juzgarnos tanto a nosotros mismos como a los demás, que cuando nos sentamos a meditar, nos irritamos y los pensamientos simplemente nos invaden. Pero cuanto más nos irritemos con nosotros mismos, y más intentemos suprimir nuestros pensamientos, más persistentes serán. Y en lugar de unificar nuestra mente, nos estaremos fragmentando porque una parte de nuestra mente estará luchando con la otra. Mientras que cuanto más aceptemos nuestros pensamientos, más nos pacificaremos.
Es inevitable que nuestros pensamientos entren en nuestra mente. Pero solo será un problema si nos enganchamos a ellos, o si estamos tentados a seguir su curso. Podemos elegir: o nos enganchamos con nuestros pensamientos o nos focalizamos en el mantra; es una elección libre. Todo lo que necesitamos hacer es retornar gentilmente a nuestro mantra una y otra vez, cada vez que nuestros pensamientos intenten sacarnos del mantra.