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Ciclo 2 – Carta 5: Trabajo y Oración

Trabajar y orar fue el modo utilizado por los Padres y las Madres del Desierto para llegar a la oración continua. “Ora incesantemente el que combina la oración con las obligaciones necesarias y las obligaciones necesarias con la oración. Sólo de esta manera podemos cumplir con los mandamientos de orar siempre. Con respecto a toda la vida cristiana es como una sola gran oración. Lo que acostumbramos a llamar oración es solamente una parte de ella” (Orígenes – “Acerca de la Oración”).

Es importante recordar que tanto en el Desierto Egipcio o en los monasterios, los monjes y las monjas eran completamente auto-suficientes, cultivaban sus propios alimentos, cuidaban sus edificios y la salud y el bienestar de sus hermanas y hermanos y de la comunidad laica que los rodeaba. Los Padres y las Madres también trabajaban para ganarse la vida, fabricaban cuerdas, tejían felpudos y canastos, hacían sandalias, todo lo cual vendían en el mercado para satisfacer las necesidades imprescindibles de sus vidas. Algunos trabajaban en los campos diariamente en el fértil valle del río Nilo o estaban involucrados en el tejido del lino.

Incluso los huéspedes eran puestos a trabajar después de un periodo de gracia de una semana. Reprobaban a los que usaban a la oración como una excusa para no trabajar. “Algunos monjes venían a ver a Abba Lucio y le decían, “No trabajamos con nuestras manos, obedecemos la orden de Pablo de orar sin cesar”. El anciano decía: “¿No comen ni duermen?” Ellos contestaban: “Sí lo hacemos” Él decía: “¿Quién ora por ustedes mientras duermen? Discúlpenme hermanos, pero no practican lo que proclaman. Les demostraré cómo oro sin cesar, aunque trabajo con mis manos al mismo tiempo. Con la ayuda de Dios recojo unas pocas hojas de palmera y me siento a tejerlas, diciendo: “Ten piedad de mí, Dios, por tu inmensa bondad e innumerables bendiciones, borra mis ofensas” Les preguntó: “¿Es esto orar o no?” Ellos contestaron: “Sí, lo es.” Y luego continuó: “Al terminar de trabajar y de orar en mi corazón durante todo el día, hago alrededor de dieciséis peniques. Dos los dejo fuera de mi puerta y con el resto compro comida. Y el que encuentra las dos monedas fuera de mi puerta ora por mí mientras como y duermo. Y así, con la ayuda de Dios, yo oro sin cesar”.

Cada uno de nosotros en nuestro mundo moderno combina el trabajo y la oración, meditando, lo cual nos lleva a una oración continua. “Generalmente comenzamos diciendo el mantra… pero a medida que progresamos… sentimos que necesitamos menos esfuerzo para perseverar y decirlo durante todo el tiempo de nuestra meditación. Luego parece que ya no lo estamos diciendo en nuestras mentes sino que está sonando en nuestro corazón… Es en este momento cuando nuestra meditación realmente comienza… en vez de decir o hacer sonar el mantra, comenzamos a escuchar envueltos en una atención cada vez más profunda" (John Main, De la palabra al silencio).

De allí en más, aún fuera de nuestro periodo de meditación somos conscientes del sonido del mantra en nuestro ser, sin importar lo que hagamos. Cuando de repente nos quedamos en silencio en el trabajo, escuchamos el mantra sonando en nuestro ser, cuando nos despertamos por la noche, allí está. Es nuestra ancla en medio de las tormentas de la vida.

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