Mi hora se acerca
Mt 26: 14-25
¿Por qué será que nos gustan tanto los secretos? La literatura y el cine modernos prosperan con historias de misterio y espionaje; y los periodistas de investigación desentierran lo que la gente quiere ocultar. Los gigantes mediáticos nos mienten sobre la privacidad, los gobiernos intentan protegerla, pero en Internet ya no existe. Digitalmente puedes construir múltiples personalidades mientras crees que estás siendo auténtico. Las teorías de la conspiración se convierten en delirios globales masivos. Los votantes a menudo prefieren oír mentiras seductoras y decir la verdad se castiga con la cárcel. Quizá Pilato tenía razón. Cuando Jesús le dijo que había venido a este mundo para dar testimonio de la verdad, Pilato replicó -con sorna o con tristeza, no lo sabemos-: “¿Verdad? ¿Qué es la verdad?
El miedo o el sentimiento de traición están en la base de nuestra actual crisis de la verdad que, a una escala sin precedentes, está arrancando de raíz las relaciones sociales y personales. La fidelidad y el compromiso son la esencia de lo humano. Cuando éstos se debilitan y se socava la confianza básica, tenemos un gran problema, porque nos hundimos en los delirios del ego aislado e incontestado.
La traición es un tema muy importante de la Pascua, pero también expone la fidelidad fundamental en el corazón de las cosas. Esto se refleja en el evangelio de hoy, que es el cuarto consecutivo que presenta a Judas como protagonista antiheroico del drama. Los irlandeses llaman al día de hoy Miércoles del Espía (porque se escabulle para vender a Jesús por treinta monedas de plata). En la Iglesia oriental se llama Miércoles Santo. Del choque extremo de opuestos, amor y traición, surge algo maravilloso y hermoso.
En su corta vida, John Main desempeñó diversas profesiones: soldado, diplomático, abogado, monje educador. Formado por los dos últimos, dijo una vez que el propósito de la educación cristiana es preparar a los jóvenes para la experiencia de la traición. Nos traicionan aquellos en quienes confiamos, pero también nuestros sueños y expectativas. Los traicionados suelen demonizar a sus traidores. En la guerra, los traidores son ahorcados. La alternativa a esta reacción autodestructiva la muestra Jesús en la última cena y en Getsemaní. Mira a su traidor a los ojos y le habla con la verdad, pero sin ni siquiera enfadarse.
Un texto seudocristiano gnóstico tardío del siglo III llamado el Evangelio de Judas consiste en conversaciones imaginarias entre Jesús y Judas. Se presenta al discípulo como aquel a quien Jesús reveló su misterio más plenamente y que lo comprendió con mayor exactitud que los demás discípulos. De forma poco convincente, muestra a Jesús dando instrucciones a Judas para que le traicione. El giro apela a nuestro gusto por las teorías conspirativas, como el Código Da Vinci. Pero, en su falta de verdad, arroja un poco de luz.
Puede librarnos de demonizar al traidor, a lo que conduce una lectura superficial. Jesús vio y comprendió a su traidor y no se resistió. Esto no significa que lo planeara, sino que vio que formaba parte del inevitable patrón de rechazo que le llevó a la muerte. Del mismo modo que sabía que su hora estaba cerca, comprendió las fuerzas que acabaron con su vida. Comprender es perdonar y perdonar abre la dimensión humana a la visión divina del amor que todo lo abarca.
Laurence Freeman OSB
Traducción: Elba Rodríguez, WCCM Colombia