La disciplina de la meditación se encuentra de una u otra forma en todas las religiones más importantes en el mundo. En todas es una forma de atención, una forma de enfocar la mente en una sola cosa. Es un modo de limpiar la mente de todos los pensamientos superficiales, de manera que solamente la frase sagrada, o la imagen o el sonido esté en la parte superior de nuestra conciencia y nos lleve más allá del mundo material al Mundo Divino, cualquiera sea el nombre que le demos.
Pero en nuestro mundo moderno con frecuencia se usa únicamente como una técnica de relajación. Las investigaciones han probado que la meditación produce importantes efectos psicológicos sobre el cuerpo - disminuye el ritmo respiratorio, la presión sanguínea y el ritmo cardíaco - la “respuesta de la relajación”. Esto contrarresta los efectos del estrés, la ansiedad e incluso el dolor. Al hacerlo, además, disminuye el impulso de muchas adicciones de distintos tipos, que son una forma negativa de tratar de bajar el estrés. Los pacientes que sufren de enfermedades serias, tales como enfermedades del corazón y cáncer, sienten que esta disminución en la tensión mejora su salud general, su panorama mental e incluso parece parar o moderar el progreso de la enfermedad.
Por lo tanto, es perfectamente comprensible que muchos usen la meditación solamente como una técnica de relajación por sus beneficios para el cuerpo y la mente. Además, es hermoso parar el parloteo interminable de nuestra mente y liberar el estrés y la tensión. Será muy bueno tomarse “un descanso” de las preocupaciones, ansiedades, esperanzas y temores que generalmente nos asaltan, parar el drenaje de energía de una mente que va girando en círculos.
Pero eso sería una oportunidad perdida; la meditación es mucho más que sus efectos psicológicos sobre el cuerpo. Los efectos sobre el cuerpo y la mente son un primer paso importante en el camino a la transformación, a la claridad de visión y a la completa conciencia. Sin embargo, para un practicante dedicado, la relajación del cuerpo es sólo una preparación básica, que lleva al propósito real de la meditación que es transformar completamente la mente, abandonando temporalmente nuestra conciencia común y entrando así a la presencia de lo Divino.
Para hacerlo, la meditación necesita ser una disciplina espiritual de soledad y silencio, en la que abandonamos todas las experiencias de los sentidos, imágenes, emociones y pensamientos. Inevitablemente, esto llevará a cabo una transformación de la conciencia y por lo tanto de toda la persona. Nos cambiará fundamentalmente, y de ser gente viviendo en la superficie pasaremos a ser seres humanos completamente vivos. Nos permite descubrir nuestro verdadero potencial, lo que fomentan todas las principales religiones y tradiciones de sabiduría. “He venido para que tengan vida, vida en abundancia” (Evangelio de Juan).
Nuestra meditación es cristiana, porque nuestro foco está en Cristo. Es por eso que usamos la antigua oración cristiana “Maranatha”, “Ven Señor” como nuestro mantra. Como cristianos creemos que Cristo habita en nuestro corazón y allí en el silencio nos unimos a Su oración al Padre y entramos con Él a la corriente de amor, el Espíritu Santo, que es nuestro camino hacia la Presencia Divina. Es nuestra fe lo que hace a nuestra meditación cristiana.