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Ciclo 1 – Carta 29: Las Etapas del Viaje (1)


“La meditación es una manera de salir de un mundo de ilusión a la pura luz de la realidad” John Main.

El mundo de ilusión al que se refiere John Main en esta declaración es el mundo que construimos a partir de nuestros pensamientos. Muchos de nosotros asociamos lo que somos con lo que pensamos. ¿Quién crees que eres? La imagen que tenemos de nosotros mismos, la imagen que tenemos de los demás y el mundo en el que vivimos están formados por pensamientos: por nuestros propios pensamientos y, a menudo, por los pensamientos de los demás, que sin darnos cuenta adoptamos como propios.

Desde que nacemos aceptamos sin dudar las opiniones de aquellos que son significativos en nuestra vida: nuestros padres, nuestros hermanos, nuestra familia, nuestra comunidad, nuestros compañeros, la sociedad en la que vivimos, la religión y la cultura donde hemos crecido. Formamos nuestra visión de la realidad basados en los puntos de vista de otros en un intento de integrarnos, ser aceptados, amados y respetados. En otras palabras, llevados por nuestra necesidad de sobrevivir, adoptamos las opiniones de los otros y adoptamos los roles y actitudes que se esperan de nosotros.

Con frecuencia, al hacerlo olvidamos quiénes somos realmente y quedamos aprisionados por todo este condicionamiento. A medida que crecemos, algunos de nosotros tenemos la confianza necesaria para desafiar y examinar estos pensamientos y opiniones. Sentimos el impulso irrefrenable de descubrir quiénes somos realmente debajo de todos los condicionamientos, máscaras, roles y funciones. Pero “salir” no es fácil, dice John Main. El hecho de que estamos dominados por los pensamientos puede descubrirse en el momento que comenzamos a meditar. Nos damos cuenta de lo que John Main describió como “el caótico fragor de una mente devastada por tanta exposición a las trivialidades y a la distracción”, mientras que el padre Laurence se refiere al “nivel de distracción de la mente del mono”.

Sin embargo, nos es difícil abandonar nuestros pensamientos, ya que hemos sido educados en la creencia de que el pensamiento es la actividad más elevada de la que nos podemos ocupar. Descartes dijo en el siglo XVII: “Pienso, luego existo”, y al hacerlo unió la existencia con el pensamiento. T. S. Eliot lo ilustra en su “Four Quartets” (Cuatro Cuartetos), en los que la gente sentada en un tren subterráneo, atascados en un túnel, sienten que se enfrentan con “el creciente terror de no tener nada en que pensar”. El no pensar es percibido como una amenaza a nuestra supervivencia. No es de extrañar que la gente se sienta temerosa cuando se enfrenta con una disciplina como la meditación, que promueve abandonar los pensamientos. Las etapas en el viaje de la meditación, nuestro “salir” son por lo tanto nuestras relaciones cambiantes con nuestros pensamientos.

“Salir”, requiere coraje y constancia en la meditación, pero nos guiará a la “pura luz de la realidad”, donde recordamos y experimentamos que somos “hijos de Dios”, “templos del Espíritu Santo”, y que “la conciencia que estaba en Cristo está también en nosotros.”