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Ciclo 1 – Carta 38: Gnosticismo – Laurence Freeman

La ocasión para la primera gran división en la historia de la espiritualidad cristiana fue una forma esotérica y ecléctica de misticismo que todavía está entre nosotros y aparece de tiempo en tiempo en grandes éxitos de taquilla de Hollywood. „La verdad está afuera‟, ´El Código Da Vinci´ o ´Estigma´ todos reivindican antiguos secretos mantenidos ocultos por viles cardenales católicos y monjes albinos que finalmente son revelados para todos por antropólogos estadounidenses que escapan del Vaticano y de la policía.

Desde el descubrimiento de una colección de textos gnósticos (de gnosis, conocimiento) en Nag Hammadi en el Alto Egipto en 1945, ha existido un enorme y renovado interés en esta tradición y su relación con el cristianismo ortodoxo. Este movimiento desarrolló una exagerada importancia y coincidió con la aparición del feminismo y la exposición pública de las debilidades humanas del clero y de las instituciones religiosas. Creó un mercado dentro del vacío espiritual que fue rápidamente llenado por los proveedores de revelaciones religiosas. Probablemente la mitad de los estudiantes universitarios occidentales piensan que hay algo sólido en el mito Jesús María Magdalena, y que, alguna vez, existió un cristianismo feminista, liberal, humanista y democrático reprimido por centralistas e inquisidores. De hecho, la jerarquía y la liturgia se desarrollaron muy pronto en la vida de la Iglesia. Las herejías no son siempre necesariamente las formas reprimidas de una temprana perfección. También pueden ser experimentos en los que hay mucho que admirar pero que luego se los halla deficientes (herejía significa elección en griego).

El gnosticismo es un importante elemento modelador de nuestra tradición, razón por la cual la mayoría de los místicos se consideran a sí mismos cristianos. Sin embargo, es un movimiento de tan difícil definición por parte de los académicos como lo es la propia “New Age”. También a los cristianos les resulta difícil rechazar el gnosticismo totalmente, por la misma razón por la que no podemos negar que un familiar caprichoso u oveja negra pertenece a la familia. La Primera Carta de Juan con su sublime enseñanza de amor - que no podría ser encontrada en un texto gnóstico - se vuelve dura cuando se refiere a “los muchos anticristos que se separan de la comunidad. Ellos nunca nos han pertenecido, si lo hubieran hecho se hubieran quedado con nosotros” (2: 19). Este es el lenguaje amargo de sentimientos de familia heridos. Tal vez el dubitativo Tomás del Evangelio de Juan (20:24), que toca el cuerpo físico de Jesús resucitado y cree, es una respuesta al agnóstico Tomás y su incapacidad para aceptar el significado completo de la Palabra hecha carne.

El material oral y literario de los recuerdos sobre Jesús fue recopilado en los evangelios sinópticos entre los años 70 y 90. Pero pasaron otros tres siglos antes que se estableciera un canon definitivo que omitía, por ejemplo, textos tales como el Pastor de Hermas e incluía otros difíciles o problemáticos como el Apocalipsis. Nos ayudará a comprender mejor si comparamos el Evangelio de Tomás, un texto sirio cuya data está en discusión pero que probablemente se escribió alrededor del año 75 DC, con la doctrina mística y parcialmente gnóstica de los escritos joánicos, el Evangelio y las Cartas. El evangelio de Tomás no es narrativo, es una colección de dichos de Jesús - `los dichos secretos pronunciados por el Cristo viviente´ (1) algunos de los cuales, de acuerdo a algunos académicos, pueden ser considerados como auténticos. El tono esotérico del texto es una característica del gnosticismo, pero que no está ausente en el resto de los libros. “A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera todo es parábola” (Marcos 4:11).

Este dicho resuena en todos los sinópticos, aunque el sentido general no es el de hablar de una enseñanza escondida sino de una impartida abiertamente y que fue malinterpretada con frecuencia aún por sus discípulos más cercanos: “¿Todavía no entienden? ¿Están cerradas sus mentes? Tienen ojos. ¿No pueden ver?” Jesús les pregunta a los doce. (Marcos 8:17-18).

Tanto Tomás como Juan, hacen énfasis en la inmanencia, la presencia divina que habita en el interior. Pero el texto gnóstico agrega una omnipresencia impersonal: “Partan un pedazo de madera y yo estaré allí. Levanten una piedra, y me encontrarán allí” (78). En Juan, Jesús personaliza esta presencia elevándola al más alto misterio de su unión con el Padre: “Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros”, (Juan 17:21). Existe un sentido del discipulado en Tomás pero el discípulo es llamado a confiar en sí mismo y a lograr una mejor autocomprensión, lo que lo convierte en un tipo diferente de discipulado que el que se encuentra en las enseñanzas canónicas.

En Tomás, cuando le hacen preguntas a Jesús, él les contesta que se retiren y descubran las repuestas por sí mismos. En Juan la “amistad” que Jesús comparte con el discípulo, conforma una relación más cálida que cualquiera que podamos vislumbrar en los dichos inconexos del gnóstico: “Jesús dijo no soy tu maestro. Porque has bebido del burbujeante manantial que he cuidado, tú te has intoxicado” (13). El cristiano gnóstico es esencialmente igual a Jesús porque a ambos les pertenece la misma luz y naturaleza divina. El cristiano católico se convierte en uno con Cristo, por medio de la gracia, un hijo de Dios “por adopción”. El lenguaje es similar pero el sentido es diferente. Pero cuando Juan dice “seremos como él porque lo veremos tal cual es” se hace obvia la cercanía de los dos tipos de lenguajes místicos. El llamado gnóstico de Jesús es desde el caos hacia una búsqueda significativa para encontrarnos a nosotros mismos como hijos de Dios: Jesús dijo, “Aquellos que buscan no deben dejar de buscar hasta que encuentren lo que buscan. Cuando encuentren lo que buscan se sentirán perturbados. Cuando estén perturbados se maravillarán y gobernarán sobre todo” (2). Estas citas tienen un tono obviamente diferente a las de los principales evangelios en cuanto al llamado a la renunciación. Detrás del ascetismo de Tomás persiste lo que se ha llamado la `paranoia cósmica´ del gnosticismo y el profundo dualismo de una cosmología que rechazó los primeros capítulos del Génesis. Para el gnóstico el mundo es un error, no una creación divina que Dios contempló y encontró buena. La `unicidad´ del gnóstico es diferente a la unidad del católico cristiano. Sin embargo, la Gnosis (conocimiento) es un importante elemento en el Nuevo Testamento, especialmente en Juan y Pablo. Clemente de Alejandría, como veremos la semana que viene, llamó `gnóstico´ al cristiano maduro. La influencia del gnosticismo en el desarrollo de la tradición mística cristiana ha sido poderosa, aunque más por negación que por reconocimiento. Estableció límites, definió por ejemplo mediante el polémico `Contra las Herejías´ de Ireneo de Lyon, que los cristianos debían ser prudentes en la travesía. Finalmente, sin embargo, la discusión no es sobre el valor del conocimiento sino sobre su contenido y significado. Este significado fue definido por la suma de otros dos temas claves usados para expresar e interpretar la experiencia mística cristiana, fe (pistis) y amor (ágape). Para Pablo `la más grande es el amor´ y para Juan `Dios es amor´. Para Tomás la salvación viene a través de la gnosis. Para el Nuevo Testamento la gnosis surge de la unión de la fe y el amor.

Lo que está notablemente ausente del Evangelio de Tomás es el tema del perdón y del amor hacia los enemigos. Esto es lo que hace al misticismo de la tradición católica una encarnación real y transformadora. Las implicancias de estas diferencias para la teología mística son inmensas porque dan forma a la identidad y al estilo de una comunidad. ¿Qué diferencia tienen, si es que la tienen, con respecto a la experiencia mística en sí misma? Es una pregunta difícil en el seno de todas las tradiciones místicas y hoy en día abre el diálogo entre las religiones. Ninguna descripción de una experiencia elude el lenguaje o la vida de su comunidad. Sólo el silencio puede hacerlo. Aun así, la experiencia del silencio crea una comunidad que merece ser llamada católica por estar unificada en la total diversidad de sus miembros. Y nuevamente, no todas las interpretaciones de esta experiencia tienen la misma integridad, así como no todas las interpretaciones de las escrituras son correctas. Así descubrimos qué tristemente cierta es la ocurrencia del Cardenal Newman cuando dijo que la palabra `misticismo´ comienza con Mist (niebla) y termina con schism (cisma). La disputa católica / gnóstica demuestra que debemos estar prevenidos y no ignorar las repercusiones de las diferentes interpretaciones encontradas para el silencio en la experiencia mística - los significados de conocimiento, fe y amor.

Pero la misma disputa demuestra que también existe la necesidad de la existencia de la autoridad de la tradición y sus intérpretes para defender la unidad en una comunidad espiritual que nos ayuda a prepararnos y nos sostiene en el viaje sin final hacia el interior de ese silencio.

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