Se dice que en cada época Dios hace surgir profetas y maestros para asegurarse que su trabajo sea llevado a cabo. John Main es por cierto considerado como uno de estos grandes maestros del siglo XX. Pero también fue un profeta en el real sentido de la palabra. John Main tuvo una profunda comprensión y visión profética de que su enseñanza sobre el silencio y la quietud para orar sería transmitida fundamentalmente a pequeños grupos. Tenía esperanza que esta enseñanza y práctica fuera compartida en forma orgánica a través de grupos de apoyo formados por hombres y mujeres que se encontraran semanalmente en casas, iglesias, escuelas y lugares de trabajo. Comprendía profundamente la antigua tradición de los cristianos que se reunían a rezar.
Laurence Freeman señaló: “John Main vio que este acontecimiento moderno de la contemplación tenía su origen en las comunidades de fe y en la liturgia de la iglesia de los primeros tiempos. Estos primeros cristianos también se reunían en pequeños grupos en las casas de otros cristianos. Este juntarse en oración formó la “koinonia”, o interacción social y comunión, que fue la marca distintiva y el poder de la iglesia de los primeros tiempos. Estos pequeños grupos se reunían para rezar y se apoyaban y animaban entre sí en la fe que tenían en común.”
Sin duda, la enseñanza de la espiritualidad está históricamente enraizada en la tradición del grupo pequeño. Los israelitas estaban divididos en pequeñas tribus y estrechas unidades de familias, en especial durante su estadía en el desierto. Jesús eligió un pequeño grupo de doce para formar el centro de su ministerio. A través de los últimos 2000 años, pequeños grupos de hombres y mujeres se han unido en la vida monástica para vivir en comunidad y apoyarse mutuamente en el viaje espiritual. Parece natural, por lo tanto, que la gente que está orando contemplativamente en el siglo XXI se agrupe para apoyarse en su peregrinaje en común.
Los pequeños grupos de meditación tienen la gran ventaja de adaptarse a su entorno. No requieren de ningún recurso, más que del tiempo que sus miembros le dedican al grupo semanalmente. El grupo pequeño brinda un sentido de comunidad a la gente que siente la pérdida y la ruptura de sus barrios y de sus lazos familiares personales.
La necesidad de recibir aliento, apoyo y de compartir, son razones adicionales para unirse a un grupo. Todos necesitamos el reconocimiento de los otros y así nuestra fe puede ser reforzada a través de los lazos de amor, solidaridad y camaradería que se desarrollan en un grupo pequeño. En el entorno de un grupo se comparten los valores humanos y espirituales básicos y se desarrollan amistades.
Esta es la razón más importante para reunirnos una vez por semana. Es como si los meditadores instintivamente se dieran cuenta que éste es un viaje muy difícil de hacer solos, es un viaje mucho más fácil de realizar en compañía. Es verdad que nadie puede meditar por nosotros, que meditamos solos todos los días, pero al mismo tiempo, nos damos cuenta que necesitamos del apoyo de otros si vamos a perseverar en este viaje. Paul Harris