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Ciclo 2 – Carta 2: El Cambio

Benito concebía a la conversión como un proceso continuo. Necesitamos dirigir nuestra atención constantemente hacia la Realidad Suprema en oración / meditación y en nuestra relación diaria con los demás. Pero dirigir nuestra atención a algo siempre implica también dejar de prestarle atención a otra cosa.

Necesitamos cambiar nuestra atención de las realidades externas de nuestra vida a la realidad interna de nuestro verdadero ser, la conciencia de Cristo en nuestro interior. Esto inevitablemente implica un cambio, parte del cual es conciente y parte del cual es inconciente. A nivel externo existe una elección conciente de pasar en forma habitual algún tiempo meditando en vez de leer o mirar televisión, una elección conciente de encontrarse con personas con los mismos intereses para meditar en grupo o participar de retiros, una elección conciente de cambiar nuestro material de lectura y nuestra forma de entretenernos. Pero a nivel interno el cambio verdadero, incluso la transformación que lleva a cabo este enfoque diferente, es inconciente y muy gradual. En realidad, está completamente fuera de nuestro control, no somos nosotros los que cambiamos; somos cambiados, es un regalo espiritual.

¡Pero ahí está el problema! Nos gusta estar en control, nos gusta determinar qué sucede y cómo sucede. No le entregamos el control a otro fácilmente, Pero ese es precisamente el secreto de nuestro viaje espiritual. Necesitamos soltar el control y entregarlo al Poder Supremo.

Unido a nuestra necesidad de poder y control se encuentra nuestro deseo de logro. Cuando comenzamos a meditar, en cierta forma esperamos una inmediata y total transformación de la conciencia y nos sentimos francamente decepcionados al descubrir que todavía somos esencialmente iguales. Queremos una devolución inmediata de la inversión en tiempo y energía que representa la meditación. ¿Por qué todavía no levitamos? Si esa es nuestra motivación, pronto nos daremos por vencidos.

Pero es la entrega en nuestra diaria y fiel repetición de nuestro mantra lo que permite un cambio de perspectiva interno gradual, que es casi imperceptible. La “chispa” de la Luz Divina en nuestro interior no se convierte repentinamente en un furioso fuego purificador.

No observamos grandes resultados en pocas semanas, meses o incluso años. Pero si comparamos nuestras reacciones a distintas situaciones a lo largo del tiempo, sí notamos claras diferencias. Otras personas con frecuencia notan antes estos cambios, como la oruga dijo a la mariposa: ¡Oh, tú has cambiado!

Nuestro miedo al cambio es un problema que se relaciona con nuestra necesidad de poder y control. Creemos que sabemos quiénes somos y hemos edificado un sistema de supervivencia efectivo, que nos da un claro sentido de identidad y seguridad. Pero una vez más podemos elegir: podemos quedarnos tal cual somos o permitirnos crecer y que la promesa de Jesús se cumpla en nosotros – “He venido para que tengan vida, vida en abundancia”, aceptar crecer siempre implica un cambio. Debemos abrazarnos al cambio – dejar de tratar de remar contra la corriente.

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