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Ciclo 2 – Carta 43: La importancia de las emociones

Hemos examinado detenidamente el énfasis que Evagrio pone al hablar de tomar conciencia de que nuestros demonios existen, reconociéndolo, admitiendo su existencia y de esta forma anulando su poder. Él habló de ‘purificar las emociones’. Purificando y transfigurando las emociones hasta volverlas a su estado original de energía divinamente otorgada. “La vida ascética es el método para limpiar la parte emocional del alma” (Evagrio).

Es importante recordar que Evagrio no está hablando de suprimir las emociones, sino de purificar aquellas que han sido distorsionadas por las necesidades materiales y emocionales ‘insatisfechas’ del ego. En realidad, ellas necesitan expresarse. Máximo el Confesor explica mejor esto último. “Sin embargo, no se crece evitando el conflicto, la irritación o el enojo, sino tratando de aclarar suavemente los malentendidos y si no es posible, trayendo a la otra persona a nuestras oraciones, permaneciendo en silencio, negándonos rotundamente a hablar mal de ella".

Cuando Dios creó a la humanidad no solamente nos dio nuestro instinto de supervivencia, sino también un alma, el asiento de las emociones, para profundizar y enriquecer nuestras experiencias. Pero la parte emocional del alma puede a la vez ayudar y ser un obstáculo. Hemos visto que son un obstáculo cuando se encuentran gobernadas de manera abrumadora por los deseos materiales y las necesidades insatisfechas, nublan la visión y obstruyen el acceso a lo que los filósofos griegos llamaban el ‘nous’ la inteligencia intuitiva, la parte más elevada del alma, y nuestro punto de comunión con la Realidad Divina.

La victoria por sobre los ‘malos pensamientos’ conduce a la ‘apatheia’, un estado de balance emocional, serenidad y armonía. Entonces los deseos apasionados de nuestro ego ya no nos dominan y podemos ser concientes de la luz Divina en nuestro interior. Esto nos permite vivir en la Presencia Divina y conocer intuitivamente cómo se relaciona con la realidad corriente y cómo la influencia. “El Reino de Dios es la apatheia del alma y al mismo tiempo es el conocimiento real de las cosas existentes” (Evagrio).

Esta armonía, la integración de todo su ser y la subsiguiente libertad espiritual, promueven a los ascetas al nivel de ‘ángeles’. Como vimos, los ‘demonios’ están allí para estorbarnos, los ‘ángeles’ están allí para ayudarnos. Por lo tanto, si los ascetas alcanzaron este estado, ellos también estarán cada vez más preocupados por el bienestar de los demás y se transformarán en amor: “el Ágape [el amor incondicional] es el fruto de la apatheia.”

Por lo tanto, la ‘praxis’ nunca es acerca de nuestro propio avance espiritual, todo lo contrario, la experiencia de ‘amor incondicional’ en la visión de Dios lleva a un aumento en el amor hacia todos, conduciendo a la armonía y la unidad con todo: “Feliz el monje que ve el bienestar y progreso de todos los hombres con tanta alegría como si fueran propios.”

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