Reflexiones de Cuaresma 2022
Francis Bacon, uno de los fundadores de la ciencia moderna, decía que “la mejor prueba es la experiencia”. Pero, ¿qué es la experiencia?
Si me dan una mala noticia, me siento deprimido y pesimista, esto es una experiencia. Que me afecte lo que ocurre o lo que dice la gente es una prueba. No significa que mi pesimismo se demuestre como correcto. Lo mismo ocurre cuando la rueda de la fortuna gira y me trae buenas noticias con una visión positiva de las cosas. La experiencia en sí misma no demuestra gran cosa, salvo que soy sensible y tengo altibajos. Lo que importa es la profundidad de la experiencia. Cuanto más profunda sea, más reflejará un nivel en el que se puede confiar como verdadero porque es menos susceptible de cambiar por los cambios de humor o de las circunstancias.
Ayer cité a María y Alberto de Lviv diciendo que mientras “todo lo que nos rodea está agonizando, encontramos en nosotros mismos lo que no puede morir”. Esto refleja una experiencia que no nace de las ideas, sino de la comprensión. Las ideas, como los sentimientos, son muy cambiantes. Las buenas ideas pueden entusiasmarnos y luego decepcionarnos cuando vemos a través de ellas. Esta comprensión se parece más al sentido de Bacon del tipo de experiencia que demuestra la verdad. Probar significa poner a prueba algo, comprobar o demostrar. Incluso los grandes y asombrosos pensamientos necesitan ser probados. No deberíamos creer nada si no aceptamos el proceso de prueba. La palabra también tiene un antiguo sentido de “ir por delante”. La experiencia en relación con la verdad siempre nos lleva a conocer y comprender más profundamente.
Así que no dejamos de meditar y pensamos que hemos llegado a la primera vez que tenemos una “buena meditación”. La experiencia demostrará que hay patrones y ciclos por los que pasaremos a medida que profundicemos. Nuestra relación con la meditación a lo largo de un periodo de tiempo prolongado revela la naturaleza de nuestra conexión, relación y, en última instancia, nuestra unión con Dios. No hay llegada. Sólo un comienzo siempre renovado, un YO SOY sin límites.
La Cuaresma es un recordatorio para poner a prueba nuestra experiencia y desafiar nuestra autocomplacencia y sacudir nuestros hábitos semiconscientes. Una Cuaresma en la que acompañamos el sufrimiento y la indignación de Ucrania tiene el extraño potencial de llevarnos más profundo de lo que iríamos de otro modo. Los comentarios de María y Alberto lo demuestran, al igual que la heroica resistencia nacional. En todo lo que he podido leer o ver sobre el estado de ánimo del país y el liderazgo del presidente Zelenskyy no recuerdo ningún odio desquiciado hacia los rusos, sino más bien un amor sacrificado por su país y por la libertad.
La sabiduría que están manifestando al resto del mundo es una prueba de algo esperanzador sobre la humanidad, una enseñanza de nivel profundo sobre la verdad.