No apreciamos las cosas hasta que las perdemos. Con frecuencia es cierto, pero no tiene que ser así. Si vivimos conscientemente y protegemos el espacio interior para que la alegría pueda surgir del manantial escondido, apreciaremos las cosas buenas de la vida y cuando las perdemos seremos capaces de dejarlas ir. Y esperar.
¿Pero qué tal si encontramos algo maravilloso por primera vez? Como una persona ciega que de repente puede ver el mundo. (Jesús curo al menos ocho personas de ceguera, más que cualquiera otra aflicción). No puedo recordar donde vi este específico despliegue colorido de frutas, pero cuando veo frutas y verduras desplegadas de forma orgullosa y exuberante en un mercado, me deleito. Cosas tan humildes y gloriosas. Cualquier cosa que este sucediendo en tu vida que te entristezca, los colores, las formas tentadoras, las texturas sensuales y la promesa de dulzura de estas frutas de la tierra reclaman su indiscutible momento de celebración. Es difícil no tocar y apretarlas, jugar con ellas o, por supuesto, comerlas. Imagina ver esta erupción de color con sus cuarenta tonos de naranja por primera vez después de una vida de grises.
No existe un lenguaje capaz de describir adecuadamente el color porque el color tiene su propio lenguaje. Como, también, es la experiencia de la meditación la cual en su propia forma es también una visión de la belleza vigorizante y placentera. Aquino dijo que la contemplación es el disfrute de la verdad. ¿Por qué entonces, las religiones con frecuencia tienen problemas con la contemplación? ¿Por qué estaban celosos y enojados los fariseos con Jesús cuando le devolvió la vista al ciego? En muchas culturas de religiones a través de la historia, no menos importante en la Cristiana, funcionarios religiosos se han sentido amenazados, furiosos o violentamente represivos hacia manifestaciones de contemplación. Ramas del Islam persiguieron a los Sufis. San Juan de la Cruz estuvo encarcelado nueve meses por sus hermanos de religión en una celda pequeña con una ventana pequeña muy alta en la pared. La “noche oscura” de su alma se convirtió en uno de los grandes trabajos del misticismo Cristiano.
Pienso que algunos de nuestros maestros recientes y contemporáneos habrían sufrido una suerte similar si sus críticos más extremos se hubiesen salido con la suya. ¿Porqué? Sin duda, política, poder y celos son respuestas parciales. Más esencialmente, es la mala interpretación de la contemplación en si misma. Digamos, la teología es el aspecto mental del pensamiento de la religión. La liturgia es su lado físico y emocional. La contemplación es su esencia espiritual: cuando Jesús habla de oración enseña contemplación, no teología o formas externas. Las instituciones religiosas pueden controlar la ortodoxia teológica e imponer la liturgia correcta, pero la contemplación está más allá del control humano. Está más allá de la mente y el cuerpo porque los une.
La religión busca remplazar la contemplación con la oración mental. Esto ha secuestrado y confundido el lenguaje que utilizamos. “Meditación” que es la forma en que recibimos el regalo de la contemplación llegó a significar pensamiento, reflexión discursiva la cual es una buena forma de oración, pero no para el “cuarto interior” del corazón. Aun la palabra “contemplación” sufrió la misma suerte. Este golpe justificó la represión a mano dura de la contemplación pro la ignorancia y el temor surgidos de la pobreza de poner el pensamiento a un lado- o el silencio como es llamado.
¿Por qué esto es importante? El problema es que la religión sin el entendimiento adecuado y el respeto por la contemplación se vuelve peligrosa, un elefante rebelde en el escenario humano.
Laurence Freeman
Traducción: Guillermo Lagos, WCCM México