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Lunes de la primera semana de Cuaresma

Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. (Mt 25:32)

Estábamos conduciendo por la Cordillera Canadiense cuando sucedió esta foto. Estaba más interesado en ver osos pardos que cabras cuando nos encontramos con esta separada de su rebaño, tal vez deseosa de morir, pastando en el concreto.

Hay distintos tipos de desiertos. Dunas de arena, agua que se expande por todos lados, bosques densos que confunden el sentido de la dirección, bibliotecas de palabras infinitas y estaciones de subte llenas de gente mirando sus celulares, mentes distraídas y caminos vacíos entre las sierras. Los elementos comunes de una experiencia en el desierto se pueden encontrar en todas estas formas – y por supuesto en la meditación. Conllevan un sentimiento inicial de lejanía y separación que hay que acoger para dejarlo convertirse en soledad verdadera. Al principio no hay soledad sin algún grado de aislamiento, pero la soledad se convierte en la cura al aislamiento. El aislamiento es solo la cicatriz de la separación mientras que la soledad es la restauración curativa de la compañía.

La cabra intentando comer concreto o, mejor dicho, algo comestible que un conductor inconsciente había tirado por la ventana, no parecía solitaria. Bastante inconsciente de que la estábamos mirando para la foto, parecía solitariamente contenta. Esto podría significar (si aplica a las cabras tanto como para nosotros) que había encontrado el Amigo dentro suyo. No miró y se preguntó si éramos lo que estaba buscando porque no estaba buscando nada. Incluyendo el camión que podía aparecer arrasando con la curva en cualquier momento. Las cabras son más independientes que las ovejas y por eso también son consideradas más egocéntricas lo que explicaría por qué se convirtieron en símbolos del mal. El diablo casi siempre se representa como una cabra de aspecto desagradable.

De todas maneras, es solo una parábola y probablemente Jesús no tenía nada personal en contra de las cabras. Sin embargo, las cabras parecen ser más inteligentes que las ovejas, en especial si solo te gustan, a pesar de que al mirar a esta, comiendo en el camino en una curva peligrosa me hizo dudar. Incluso en la forma de un camino vacío en la montaña, el desierto le da la bienvenida a todos. Al llevarnos al desierto del corazón, la meditación crea y repara la comunidad y otorga la conciencia bendita de la igualdad.

Al principio el explorador del desierto ni siquiera nota que hay otras personas a su alrededor, como el un poco solitarias, que intentan acoger la soledad. Incluso cuando lo hace, todavía puede juzgarlos solo por sus apariencias. Entonces puede empezar a poner ovejas a su derecha y cabras a su izquierda, al pensar que está justificado separar y juzgar a otros porque Jesus también lo hizo.

La transformación viene cuando entendemos por completo y aceptamos con humildad que de verdad estamos en el desierto y nos permitimos sentirnos en casa. En ese punto, dejamos de buscar lo que no está ahí. La vida se vuelve más simple y más habitable, vemos más solo lo que está ahí.

Entonces el día del juicio termina y las ovejas y cabras ya no son enviadas a su derecha e izquierda. En cambio, se miran a los ojos y se ven reflejadas allí: lo bueno, lo malo y lo feo, lo rico y lo pobre, lo sano y lo enfermo, lo cautivo y lo libre, aquellos con vidas doradas y hermosos servicios de cena y aquellos que siempre comieron en platos de papel, si es que comieron.

Laurence Freeman

Traducción: Giovanna Biglia, WCCM Argentina

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