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Jueves de la cuarta semana de Cuaresma

En muchas historias zen y Cristianas se muestra como un avance en la conciencia puede ser desatado por un incidente trivial o un comentario de un maestro sabio. Estos son momentos impredecibles de iluminación los cuales parecen surgir de la nada, pero han estado esperando durante un largo proceso de preparación. Cuando llega el momento adecuado es incontenible. Una ilusión existente o una proyección fatal se deshace en un instante. 

Este ejemplo es del siglo II, del trabajo apócrifo de los Actos de Juan. Un día San Juan esta sentado afuera cuando una perdiz llegó volando y empezó a jugar con la arena enfrente de él. (Puedes buscar las perdices de arena en YouTube. Lo que San Juan estaba viendo era probablemente un baño de arena.) Juan estaba absorto y divertido observando la criatura jugando cuando un viejo sacerdote se acercó y vio al gran hombre perdiendo el tiempo disfrutando las payasadas de una perdiz y se quedó secretamente sorprendido. Como en muchas historias similares, incluyendo escenas de Jesús en el evangelio, Juan leyó los pensamientos (o tal vez interpretó la expresión facial) de su crítico. 

Se dirigió al sacerdote diciendo “hijo mío sería mejor que miraras a una perdiz jugando en la arena en lugar de las cosas vergonzosas que estas haciendo, y con las cuales te estás contaminando. Es eso por lo que Dios, quien espera el arrepentimiento y la conversión de todos, te ha traído hasta aquí hoy. No necesito una perdiz jugando en la arena. La perdiz es tu alma”. El sacerdote instantáneamente supo que era conocido y cayó al piso y le pidió al discípulo amado de Cristo que orara por él. Juan lo hizo y le dio una enseñanza e instrucciones y lo mandó a casa. 

“La perdiz es tu alma”. El conocimiento que hizo surgir este repentino momento de metanoia no solo era su conocimiento de lo que el sacerdote estaba pensando y sobre su vida secreta. Más profundamente, era su conciencia de lo que hoy en día llamamos proyección. El sacerdote, que estaba involucrado en algún tipo de conducta vergonzosa que deshonraba su naturaleza verdadera, estaba proyectando su culpabilidad en ambos la perdiz inocente, que estaba haciendo lo que su naturaleza pura le llamaba, y sobre Juan, a quien condenó por disfrutarlo. 

Los pasos que nos llevan a juzgar y condenar a otros pueden ser sutiles y complejos y reforzados por sentidos superioridad. Argumentos o explicaciones racionales difícilmente tienen la agudeza necesaria para penetrar este refugio de autopreservación. Sin embargo, existe un misil que puede hacerlo.  Es el conocimiento de las causas principales que están en la raíz del problema disparado con honestidad cristalina y precisión. Cruza el páramo que rodea el refugio de forma amorosa que busca liberar y no destruir a su objetivo. 

“Eres la perdiz”. No es una bestia noble, tal vez, pero amorosa en los ojos de Dios y en los ojos de aquellos que ven con esos ojos, amorosa y digna de contemplación. 

Sabe que eres amoroso y juega en esta inocencia de acuerdo con la forma en que has sido creado. 

Laurence Freeman OSB

Traducción: Guillermo Lagos, WCCM México

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