Vimos la importancia que da la Tradición a abandonar nuestros pensamientos. Una de las consecuencias importantes de hacerlo es que esto nos ayuda a permanecer en el momento presente. Al concentrarnos en nuestra “palabra” abandonamos nuestros pensamientos, los que siempre nos conectan con el pasado y con el futuro. Observa tus pensamientos solo por un momento. ¿No son todos sobre tus preocupaciones, esperanzas o miedos sobre lo que te sucedió o te puede suceder? Usamos el momento presente como un simple peldaño al futuro o como un lugar desde donde mirar ansiosamente al pasado. No le dejamos lugar al momento presente. Y sin embargo, vemos en las Sagradas Escrituras que la naturaleza esencial de Dios es “puro ser”.
Cuando Dios llamó a Moisés dijo “Yo soy el Dios de tus antepasados, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.” Esta es la dimensión de Dios en la historia humana. Pero cuando Moisés le preguntó por su nombre él respondió: “Yo soy el que soy”. El `nombre´ de Dios, su naturaleza esencial es por lo tanto “ser puro” en el momento presente. Por eso el momento presente es el “sendero angosto” por el que podemos entrar en la Presencia de Dios que habita en nuestro interior.
Por lo tanto, abandonar nuestros pensamientos es una parte esencial de nuestra práctica. Pero una vez más puede surgir la pregunta de dónde Jesús nos dice que abandonemos nuestros pensamientos. El evangelio de Mateo nos guía claramente: “Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?”
Todas nuestras preocupaciones son básicamente acerca de nuestra supervivencia. Y Jesús nos dice claramente que la vida es más que simplemente sobrevivir. Debemos “buscar primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás se les dará por añadidura.” En vez de habitar en nuestros pensamientos, necesitamos enfocarnos en Dios repitiendo nuestra oración, “Maranatha”, una de las más antiguas oraciones cristianas.
Esta oración es nuestra ancla que nos arraiga a la Presencia Divina. Este modo de oración, el “olvidarse del ego” requiere confianza – confianza en que Dios está allí también para nosotros. Jesús conoce nuestra dificultad y hace hincapié en que Dios cuida toda la creación, los pájaros, los lirios del campo, incluso el pasto y nos alienta a tener fe en que, por lo tanto, Dios también nos cuida especialmente, también nosotros seremos vestidos y alimentados, ya que “el Padre que está en el cielo sabe bien lo que ustedes necesitan.” Todo lo que necesitamos es permanecer concentrados en nuestra relación con Dios en el momento presente. “No se inquieten por el día de mañana, el mañana se inquietará por sí mismo.” Necesitamos ocuparnos de los desafíos que se presentan a cada momento. Lo lograremos estando centrados y con nuestra mente en paz, lo que lograremos a través de la “oración continua” repitiendo constantemente nuestro mantra, aferrándonos constantemente a la Presencia de Dios. Encontramos la misma recomendación en las Escrituras: “Oren constantemente” (Tes. 5:15) y “Continúen orando y nunca se desanimen” (Lucas 18).
Juan Casiano también remarca: “Debes meditar constantemente este verso en tu corazón. No debes dejar de repetirlo, mientras estás haciendo cualquier tipo de trabajo, realizando cualquier servicio o mientras estés de viaje. Medita en él mientras duermes y comes y mientras atiendes a las menores necesidades de tu naturaleza”.