De John Main, OSB, "Más allá de todas las imágenes", EL CAMINO DE LO DESCONOCIDO (Nueva York: Crossroad, 1990), pp. 41-43.
Todos hemos deseado estar comprometidos con la verdad en varios momentos de nuestras vidas, hemos querido estar comprometidos con Dios. Todos hemos intentado, todos hemos querido orar, y todos hemos fallado. Pero en algún momento llegamos a la conclusión de que la sabiduría que recibimos de la tradición contemplativa de la oración es la que convierte el fracaso en triunfo. El silencio y la pobreza que experimentamos en nuestra meditación se vuelven autoautenticantes. Sabemos que no podemos analizar a Dios. Sabemos que no podemos, con mentes finitas, entender la infinitud de Dios. Pero también sabemos, o al menos comenzamos a sospechar débilmente, que podemos experimentar el amor de Dios por nosotros... Es este conocimiento experiencial el que nos enseña, también, que todas las imágenes fabricadas por el ego, ya sea de desesperación o de santidad, deben desaparecer. Ninguna de ellas puede tomarse en serio...
El éxito y el fracaso dan paso a lo que llegamos a conocer como verdad a través de nuestra propia experiencia de meditación: muerte y resurrección. Cada vez que nos sentamos a meditar, morimos al yo y nos elevamos más allá de nuestras propias limitaciones hacia una nueva vida en Cristo... Llegamos a entender que es la disciplina diaria la que desenmascara al ego. Desenmascarado, desaparece. No debemos ser impacientes ni desanimarnos. Debemos decir nuestro mantra, con fe, día tras día. El éxito o el fracaso no tendrán ningún significado. Lo único realmente importante es la realidad de Dios, la realidad de la presencia en nuestro corazón.