Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Ciclo 2 – Carta 38: Leyendo los evangelios

Orígenes nació en Alejandría en el Siglo II de nuestra Era Cristiana; recibió una excelente educación en las tradiciones griega, judía y cristiana. A la temprana edad de 17 años, fue nombrado Presidente de la Escuela Catequística de Alejandría como sucesor de Clemente. Era un erudito extremadamente talentoso y un maestro dotado. En su obra más importante “Sobre los Primeros Principios” resume sistemáticamente una forma lenta, profunda y atenta de leer las Escrituras.

Recalca que hay cuatro niveles de lectura de las Escrituras. Comienza señalándonos el primer nivel de lectura: interpretar el texto literalmente, concentrándose en el significado de la superficie - y eso es importante en sí mismo. Pero enfatiza que necesitamos ir más allá hasta el mensaje implícito de lo que hemos leído. Seguidamente nos anima a ir más lejos aún y contemplar el significado alegórico del pasaje. Esto a su vez, nos lleva finalmente a confrontar el espíritu del texto. Este modo de involucrarnos con las Escrituras se conoce desde Orígenes como la disciplina de la ‘Lectio Divina’.

El verdadero sentido de leer las Escrituras de este modo profundo es, según Orígenes, lo que puede guiarnos a repentinas revelaciones, en realidad, bien puede llevar hasta el encuentro con el Cristo Resucitado, con la Palabra, con una verdadera experiencia mística. Este encuentro tiene indudablemente un efecto profundo en el individuo, que altera su visión de la realidad. Conoceríamos entonces a nivel profundo quién es Jesús y cuál es su propósito para nosotros y para la humanidad.

Lo que leemos no solo nos ayuda a entender la naturaleza esencial de Jesús, sino que la resonancia del texto también destaca lo que nos impide entender nuestra propia naturaleza esencial. Así, la verdadera comprensión de las Escrituras nos guía finalmente a la comunión con nuestro verdadero Ser y a la del Cristo interior.

De acuerdo con la tradición Benedictina, el involucrarse con las Escrituras de esta manera sigue un claro camino. Primero estaba la lectio. En los tiempos de San Benito eso significaba escuchar el texto que se leía durante los servicios, podía suceder que los monjes o monjas no supieran leer. Luego seguía la meditatio. Con la que se significaba la apreciación del texto por cada individuo y en su propio tiempo. Una resonancia especial con el texto podría resultar en una oración espontánea, oratio y esa experiencia podría guiar hasta la oración silenciosa profunda, contemplatio.

Esta misma disciplina es tan válida para nosotros como lo fue en épocas pasadas. La meditación conduce con frecuencia a la lectura de las Escrituras de un modo más profundo y eso a su vez conduce al auto conocimiento, al conocimiento de Cristo, y como consecuencia a una más profunda oración transformadora de vida. Laurence Freeman dice en ‘Jesús, el Maestro Interior´: “Por meditación quiero decir no solamente el trabajo de la oración pura sino también la totalidad del autoconocimiento a la que conduce”.

Sólo conociendo quiénes somos realmente –un Hijo / una Hija de Dios -podremos experimentar en profundo silencio interior qué es Cristo, qué es Dios.

Derechos Reservados (c) 2024
WCCM Latinoamérica