Reflexiones de Cuaresma 2022
Si el entrenamiento espiritual esencial de la vida (ascesis) se encuentra en la meditación, tal y como creía John Main, ¿a qué se debe y cómo funciona?
Si dejamos a un lado el lenguaje religioso para responder a esta pregunta, podemos ver cómo la meditación funciona de forma integral en nuestras vidas. Ningún rincón de la mente o del carácter permanece sin ser tocado, eventualmente, por la ascesis del mantra. Las personas pueden empezar a meditar por razones basadas en su propio interés. Luego se dan cuenta de que es una práctica mucho más relacional de lo que pensaban y los frutos se manifiestan en sus relaciones más de lo que imaginaban.
Las implicaciones de esta idea son enormes para el futuro del mundo, al igual que la idea de que “la meditación crea comunidad”. ¿Realmente importa la meditación más allá del meditador individual? ¿Influye en el resultado de Ucrania o de la crisis climática? En comparación con el arte como influencia en el mundo, ¿qué importancia tiene?
El poeta W.H. Auden dijo que “la poesía no hace que ocurra nada: sobrevive en el valle de su creación, donde los ejecutivos nunca querrían manipular”. El mundo sigue siendo indiferente a la mejor poesía. Una vez le pregunté a un gran músico si creía que la música nos hacía mejores personas. Pensó por un momento y dijo: “tal vez… al menos durante una hora más o menos después de haberla escuchado”.
¿Puede la meditación “hacer que las cosas sucedan” o “hacernos mejores” de un modo que la poesía o el arte no pueden? Sí, porque el arte de la oración es el “arte de las artes”. No se limita a cambiarnos. Desencadena un proceso de transformación que se cuela suave e irresistiblemente en cada grieta y rincón de nuestro ser. Esta transformación tan personal y permanente se convierte en una transfiguración. A medida que cambiamos, cambia el entorno en el que habitamos. Nuestras relaciones, nuestro trabajo, cada encuentro fortuito refleja esta influencia de lo interior en el mundo exterior.
Anoche, la teóloga Jane Williams pronunció el primer discurso de nuestra serie de conferencias nocturnas sobre las mujeres místicas como teólogas. Habló intensamente de los prejuicios contra las mujeres que las llevan a ser consideradas como meras “descriptoras de su experiencia personal”: se considera que las mujeres no tienen la capacidad de pensar en profundidad. Ilustró, a través de la obra de tres grandes mujeres místicas, el modo en que eran también profundas pensadoras dentro de su tradición teológica. La Dra. Williams habló de cómo la meditación nos lleva directamente al espacio creado por Dios en el que conocemos su autocomparecencia. Renunciamos al pensamiento y a las imágenes pero intuimos a Dios más de lo que somos conscientes en ese momento. Esta experiencia puede ser interrogada después, pero no durante el momento de la oración en sí.
Esto sugiere cómo la meditación marca la diferencia. No vemos cómo cambia las cosas directamente pero vemos que las cosas cambian y de eso hay que hablar. Esa es la verdadera teología. Discutir sobre ello sacia la sed que el mundo siente hoy en día. En un lugar donde no podemos observar, saboreamos una realidad imprescindible para cambiar la mente colectiva humana. Esto restablece el sentido común de la realidad y la unidad que hemos perdido trágicamente.