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Jueves de la Segunda Semana de Cuaresma

Reflexiones de Cuaresma 2022

En general, consideramos que el objetivo principal de la justicia es identificar y castigar al culpable. Pero, ¿y si éste fuera el resultado y el objetivo principal fuese descubrir al inocente? ¿No sería el mundo un lugar más gentil y no estaría la sociedad mejor orientada hacia las funciones humanas esenciales de aprender las disciplinas sagradas del amor y celebrar la belleza en todas sus formas?

Si Putin decide a destruir Kiev o no, debemos pensar cómo llevaremos, a él y a sus fieles matones, a la justicia una vez que su orgía de muerte y destrucción se de vuelta, como suele hacerlo la violencia.

En la historia del Éxodo de la reflexión de ayer, los hebreos se quejaron y se rebelaron porque su camino hacia la libertad era incómodo. Dios no castigó su culpable ingratitud (el octavo pecado capital) como uno creería. En cambio, les envió maná (y también agregó una cuota de carne de codorniz). El maná también se menciona en el Corán como un medicamento para los ojos. Era una ligera sustancia hojaldrada que debía consumirse fresca diariamente porque si se almacenaba, se echaba a perder rápido. Sólo en el día Sabbat, cuando recibían doble ración, podían almacenarlo por un día. Aparecía en el suelo por la noche, como el rocío y debía recogerse antes de que se derrita con el calor del sol. Sabía a obleas con miel. Se cree que la palabra maná deriva de ¿Qué es?, lo que implica el elemento de la sorpresa y la maravilla que sentimos siempre que nos alimentan y nos cuidan, en especial cuando esperábamos ser castigados. Es el alimento del perdón. Convierte el estado de culpa y vergüenza en inocencia.

En la espiritualidad católica y cristiana ortodoxa, el maná está asociado con una hostia fina como una oblea, que se utiliza en la comunión y se consagra como el Cuerpo de Cristo. El maná, como la Eucaristía, es un símbolo físico que trasciende el ámbito de las apariencias y sobrepasa el entendimiento ordinario. Me criaron con una reverencia en la Misa y una devoción por el Santísimo Sacramento guardado en el sagrario. Originalmente, se utilizaba solo para a los enfermos de la comunidad que no podían ir a la Eucaristía en persona. Luego, se convirtió en un objeto de devoción estático en sí mismo. A veces, esto puede rozar el límite de lo idólatra, como los cristianos protestantes a menudo comentan. Sin embargo, si evitamos este peligro – y mantenemos el maná fresco – nos otorga un deleite físico y espiritual al que ninguna empresa farmacéutica puede siquiera acercarse. Como dice el Libro de la Sabiduría sobre el maná:

…A tu pueblo, en cambio, le diste a comer alimento de ángeles. Sin que tuvieran que trabajar, les enviaste desde el cielo un pan listo ya para comer, que podía agradar a todos y era apropiado a todos los gustos.

Este sustento que le dabas mostraba la ternura que sientes por tus hijos: se acomodaba al gusto del que lo comía y se convertía en lo que cada uno quería. (Sab 16:20-21) Esto describe una experiencia: un estado mental y tan pasajero. Pero también puede convertirse en una fuerza curativa progresiva en la profundidad inmóvil de la persona más allá de la experiencia consciente.

Mañana reflexionaremos sobre cómo el meditador puede entenderlo.

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