Reflexiones de Cuaresma 2022
A menudo se explicaba la Cruz como el sacrificio que devolvía a Dios la ofensa del pecado de Adán, el pecado original. Si se deja así, esta explicación podría hacer más daño que el bien y ciertamente no sirve hoy en día. Sin embargo, es un buen punto de partida. Pero antes de que tenga sentido, tenemos que hacer algunas incursiones en el autoconocimiento y la auto aceptación.
La Semana Santa levanta el telón de la naturaleza humana, la tuya, la mía y la de todos en general. Nos muestra como pecadores. La palabra griega es “hamartia”, que significa errar el tiro. Limitado, que comete errores, mortal, limitado y sin terminar. Digamos ‘pecador’ siempre que recordemos que el pecado, como decía la Madre Juliana, no es deseable porque causa mucho sufrimiento, pero sin embargo es necesario.
Todo depende como reaccionamos al pecado con la culpa o la vergüenza que inflan el ego negativamente: ‘Dios nunca podría perdonarme o amarme’. Esta auto negación crea una fuerza de negatividad y además existe la solidaridad del pecado. Lo vemos en las alianzas establecidas entre regímenes autoritarios inhumanos. Sin embargo, hay otro camino, la autoafirmación de la humildad, que se ve de forma radiante en Jesús incluso cuando es absorbido por la maquinaria de un sistema estatal tiránico que lo ejecutará por exponer su funcionamiento interno. Su juicio fue una alianza entre el autoritarismo religioso y el político que se ha reproducido innumerables veces desde entonces.
La comunión del pecado es una conciencia primitivamente baja. Pero también existe, evidente en su testimonio de la verdad, la solidaridad de la gracia. La gracia se ocupa del pecado no mediante el castigo o la explotación de la culpa: simplemente lo disuelve. Por ejemplo, podemos imaginar cómo se habrían sentido los discípulos cuando se encontraron con Jesús en la experiencia de la Resurrección. Habrían sentido algo de vergüenza y culpa por haber huido, y tal vez rabia contra él por haberles decepcionado. Sin embargo, todo eso se evapora total e instantáneamente cuando él sopla sobre ellos y les dice “Paz”. La gracia, no el castigo, rompe el vínculo del karma.
Para acceder a esta solidaridad de la gracia sólo necesitamos la humildad de conocernos y aceptarnos a nosotros mismos. La conspiración del pecado aumenta el mal. La gracia nos conecta incluso con nuestros enemigos. Esta extraña e inesperada unidad, incluso con el otro que es ajeno, es Dios. Revela que la orientación esencial de la naturaleza humana -incluso en su estado limitado y pecaminoso- es hacia Dios: el Dios que es infinitamente deseable pero que sólo puede ser conocido a través de la experiencia de la pérdida.
Esta semana, Jesús manifiesta esta orientación hacia Dios como la base común de la humanidad. Nombró esta orientación universal hacia Dios llamando a Dios ‘padre’, ‘mi padre’. Pero también dice “mi padre y su padre” y la oración que resume su enseñanza comienza con “padre nuestro”.
Así pues, la comunidad cristiana no es un club de creyentes. Es la comunidad que -con todos sus defectos humanos- comprende lo que significa ser humano y cómo es Dios. Jesús murió por nuestro pecado de ignorancia.