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Segundo domingo de Cuaresma

de repente una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz que salía de la nube dijo:(Mt 17:1-9)

En primer lugar, debo ponerles al día de mi aprendizaje sobre las ovejas y las cabras. Mi profesor sobre el tema, que, como recordarán, me corrigió la semana pasada, me ha informado de otro dato significativo. Cada uno de los animales pertenece a un género diferente, pero pertenecen a la misma subfamilia, familia, orden y clase. Las raíces del bien y del mal están entrelazadas.

En la primera lectura de la liturgia de hoy vemos cómo Dios ordena a Abraham “Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre” para ir a una tierra que Dios le mostrará.  Generaciones de monjes celtas hicieron lo mismo. Abraham, que hizo lo que se le dijo, es el “padre en la fe” de judíos, cristianos y musulmanes, pero también un modelo para todas las religiones de la respuesta humana al misterio último de la existencia humana. Abraham ejemplifica el desapego total y sencillo en obediencia a una intuición que nos transforma, aunque no pueda comprenderse plenamente. Él ejemplifica la metanoia de un solo paso, que también requiere toda una vida de meditación y de intentar tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros, (incluso y especialmente cuando no nos tratan de esa manera). Contemplación y acción, meditación y servicio. En nuestro camino lento y lleno de tropiezos, aprendemos de aquellos que, de un salto, llegaron a la luz.

La foto de esta semana procede de los largos y anchos pasillos monásticos de Monte Oliveto. Un día salía de mi habitación para asistir a la conferencia matinal del retiro de la WCCM que celebramos allí anualmente, cuando me encontré con un anciano monje que realizaba su lento y solitario paseo matutino subiendo y bajando por los pulidos suelos del pasillo. Me saludó con una suave sonrisa de reconocimiento. Hablamos durante algún tiempo. No quiso hablar de su salud, como comprensiblemente hacen muchas personas mayores, sino que me hizo preguntas sobre los meditadores de todo el mundo que había visto en la iglesia. Cuando nos separamos, me volví y le vi caminar directamente hacia la luz. Murió poco después, transfigurado en la luminosidad que ya brillaba a través de él, como yo había tenido el don de ver, durante los últimos días de su vida.

En el relato de Mateo sobre la Transfiguración, Jesús llevó a sus discípulos más cercanos a la cima de una montaña, poco después de hablarles del oscuro destino que le aguardaba. En la montaña se revela como el nuevo Moisés y como la realización de la tradición profética. Todo es luz. Su rostro brillaba como el sol”. Pedro siente que tiene que decir algo sobre lo inefable y se ofrece a construir tres tiendas. Hoy le habría dicho a Jesús: “Quédate ahí un momento y te hago una foto”. La gente no cree que un acontecimiento haya sucedido o que haya estado en algún lugar si no se hace una foto. Pero también hay oscuridad en el monte de la Transfiguración. Una nube brillante los envuelve a todos, cubriéndolos con su sombra. La luz más brillante, las mejores cosas de nuestras vidas, pueden proyectar la sombra más oscura cuando algo -como una cámara o un pensamiento autoconsciente se interpone.

Todo lo que llamamos o describimos como una “experiencia” en realidad ya se ha convertido en un recuerdo sujeto a las debilidades y engaños de nuestra mente. Mientras bajan de la montaña, Jesús les dice que no cuenten a nadie la experiencia de la iluminación hasta después de la Resurrección, cuando la Mente transparente de Cristo arroje una luz presente sobre todo.

Laurence Freeman

Traducción: Eduardo de la Fuente, WCCM Argentina

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