Incluso en nuestro mundo caótico, la contemplación no ha desaparecido. Nunca podrá perderse del todo porque, al igual que la belleza y la esperanza, es un hambre y una necesidad inextinguibles en el corazón humano. Lo que cambia de una época a otra de una cultura es cómo entendemos la contemplación, su naturaleza, su finalidad y cómo la cultivamos. La contemplación crea su propia luz a través de la cual la vemos por lo que es.
En una época de fe, entendemos la contemplación como la entrada en la unión indisoluble con Dios. En nuestro viaje hacia la unidad con la fuente, la base y la meta de nuestro ser, despertamos también a nuestra unión esencial con todas las demás personas y elementos de la naturaleza, incluso con aquellas con las que estamos en conflicto. Por el contrario, en una época de materialismo y consumismo, la contemplación se reduce a una experiencia privada, incluso se vende como un programa con su etiqueta de precio. Lo que se compra con la contemplación comercial puede seguir siendo bueno en sí mismo, como la reducción del estrés y la ansiedad, mejores patrones de sueño y salud, pero esto es mero envoltorio comparado con aquello por lo que las tradiciones contemplativas nos instan a meditar.
Una diferencia importante entre estos dos enfoques es la comprensión de los beneficios que la meditación aporta a los demás, tanto cercanos como lejanos. Las actitudes materialistas nos hunden en una mentalidad narcisista con terribles puntos ciegos en los que nos centramos sobre todo en “lo que yo obtengo de ello”. Esto limita gravemente lo que realmente conseguimos, porque el materialismo bloquea la atención pura, centrada en el otro, que nos lleva a la trascendencia. La naturaleza del narcisismo es que la víctima no sabe que es narcisista, al igual que un gato que salta sobre tu falda para acurrucarse y clava sus garras en tu pierna no sabe que te está haciendo daño. Al estar tan implicado en ti mismo, tu nivel de empatía hacia los demás es progresivamente más limitado.
Si, por otro lado, te acercas a tu trabajo contemplativo diario con una mente abierta a su dimensión y propósito más profundos, con un sentido del misterio, no con un propósito de adquisición, entonces la meditación tendrá un aspecto muy diferente. Tu enfoque y tu práctica serán diferentes. La Nube del No Saber dice que debemos cuidar nuestra salud y bienestar para poder meditar. Es más difícil hacerlo cuando se tiene fiebre o dolor. Es la imagen inversa de meditar principalmente para sentirse mejor a corto plazo. Juliana de Norwich dice que “la oración no es una ocupación ociosa. Es un instrumento muy poderoso de nuestro trabajo y amor’. En ese entendimiento, cada meditación se convierte en un buen trabajo que saca lo mejor de ti y aporta beneficios a los demás.
La red de Indra de la existencia es un símbolo de conexión universal en el que todo está unido y cada punto de encuentro es una joya única que refleja el todo al que pertenece. Esto es simplemente así y, por lo tanto, con práctica, práctica y práctica es como cada uno llega a comprenderse a sí mismo en relación con los demás. Qué visión de la realidad y del mundo humano tan distinta de la del individuo colapsado en sí mismo. Los apóstoles estaban remendando sus redes cuando Jesús pasó y les llamó para que le siguieran. Así estamos nosotros, incluso en nuestra meditación distraída de cada día.
Laurence Freeman
Traducción: Eduardo de la Fuente, WCCM Argentina