En Bonnevaux hay tres manantiales. Me gusta caminar entre ellos y enseñárselos a la gente. Para mí, simbolizan los tres niveles de conciencia que se abren y conectan en el camino hacia la luz.
El primer manantial está cerca de la entrada, en la cima del suave valle en cuyo centro parece flotar ligeramente el antiguo monasterio. Este manantial es como el nivel superficial de la mente, con su tráfico diario de personas, entregas y el ir y venir de la vida de la comunidad y los huéspedes. Cuando empezamos a meditar, interpretamos este tráfico mental como una distracción y nos sentimos superados por él en nuestro humilde intento de decir el mantra. Lo intenso o agitado que pueda ser este nivel varía según las circunstancias externas. También depende de la cantidad de estímulos a los que nos expongamos antes de distraernos demasiado. Si no nos asustamos ni nos desanimamos, con el tiempo veremos cómo se reduce el nivel de ruido y se fortalece el orden. La mente es difícil de amansar y la concentración es esquiva, pero la práctica regular desarrolla la ecuanimidad necesaria para ir a lo profundo. A este nivel no necesitamos intentar alcanzar el silencio perfecto. El ir y venir de pensamientos, esperanzas, miedos y fantasías son naturales y necesarios para la vida en el mundo. Basta con que se reduzcan y no bloqueen el paso al siguiente manantial.
El segundo manantial está en el jardín hundido cerca del río, donde antes estaba la iglesia medieval. En la mente es como el disco duro de la conciencia que almacena los recuerdos de todo lo que hemos vivido. Hace unos meses, este manantial parecía haberse secado, lo que me entristeció, ya que es un símbolo del lugar donde se almacena la memoria en el mundo de los sueños, pero también en nuestros cuerpos. Aquí la calidad de la distracción es diferente. Pero el camino de atención al que nos lleva el mantra es el mismo. El flujo de conciencia aquí se siente más lento. Pero no hay nada oculto que no salga a la luz. La perseverancia trae la sanación con la que se asociaban los pozos sagrados en el pasado y que es lo que ahora más necesitamos y menos pedimos. Una vena de creatividad pura recorre la mente en este nivel, el jardín inferior, que nos recuerda deliciosamente cómo la conciencia puede recordar lo olvidado y percibir lo familiar de formas nuevas y sorprendentes. Si aprendemos a dejar ir las reflexiones y soluciones a los problemas que salen a la superficie, daremos el siguiente paso con más facilidad. Podemos aprender a dejarlas estacionadas y recogerlas más tarde en un lugar previamente acordado. No estamos reprimiendo o ignorando al Espíritu, como la gente a veces teme, sino que simplemente no nos detenemos en el camino del mantra que estamos transitando.
En mi opinión, la tercera fuente en el extremo de Bonnevaux es la más poderosa. Cuando estoy allí, siento la presencia de muchos habitantes anteriores a través del tiempo, pero mantenidos en una constante presencia pacífica. Es como el principio de la creación. Protegido por un pequeño muro redondeado construido, quién sabe cuándo, con un pequeño burbujeo visible rompe que la superficie. Pequeño, pero continuo, un pequeño río fluye de él ganando fuerza a medida que avanza.
Diferentes y distantes entre sí, estos tres manantiales están activos simultáneamente. En el más bajo, en el manantial hundido de la memoria, y el de la entrada, con sus idas y venidas cotidianas, sigue funcionando. En el viaje de la conciencia, todos los niveles están abiertos al mismo tiempo. Nada se cierra, sino que la influencia del más profundo, el manantial de luz, se deja sentir en los otros dos, aportando conexión, unidad y paz.
Laurence Freeman
Traducción: Eduardo de la Fuente, WCCM Argentina