¿Qué hacer con todos esos pensamientos que nos invaden cuando estamos ansiando alcanzar el silencio interior? Me viene una imagen a la mente: recuerdo haber visto hace muchos años un anuncio que invitaba a la meditación. En un poster había un retrato de un gurú indio de pie, con una apariencia y atuendo característicos, sobre su tabla de surf montado sobre las olas. Por debajo se leía una frase: No puedes detener las olas, pero puedes aprender a practicar surf.
No podemos suprimir ni deshacernos de nuestros pensamientos: ellos permanecerán allí, al igual que las olas. Deberemos aceptarlos como parte inevitable de nosotros mismos y simplemente conducirnos sobre ellos diestramente. En la Meditación Cristiana nuestra tabla de surf es el mantra. Por momentos los pensamientos se calmarán, nuestra mente estará quieta, descansaremos pacíficamente sobre nuestra tabla. Pero en otros momentos habrá tantos pensamientos dando vueltas que perderemos continuamente el mantra. Y no obstante, necesitamos perseverar: cada vez que nos caigamos de nuestra tabla de surf, simplemente deberemos retornar a ella.
La tradición enfatiza lo inevitable de los pensamientos: Un hermano fue al Abba Pastor y le dijo: “Muchos pensamientos vienen a mi mente y me distraen, y me siento en peligro debido a ellos”. Entonces el hermano mayor lo condujo afuera, al aire abierto y le dijo: “Abre tus ropas a la altura de tu pecho y captura el viento en ellas. El hermano respondió: “No puedo hacer eso”. Y el hermano mayor le dijo: “Si no puedes atrapar el viento, tampoco podrás evitar que los pensamientos invadan tu cabeza” (Dicho de los Padres del Desierto).
Cuando los pensamientos te distraen y te llevan fuera de tu mantra, como por ejemplo: trabajo, compras, amigos etc., simplemente reconócelos y retorna gentilmente al mantra. No juzgues, no te critiques. Hazte amigo de la parte que conforma tus pensamientos. Es una manera de aprender a aceptarnos a nosotros mismos con todas nuestras preocupaciones. Lentamente, tus pensamientos se aquietarán, serán menos demandantes. Cuando retomamos nuestro mantra nos damos cuenta de las brechas que existen entre nuestros pensamientos, y son esos espacios vacíos lo que permiten que el mantra suene ininterrumpidamente. La aceptación de nuestros pensamientos como una parte natural de nosotros mismos nos permite aceptar de mejor manera, la forma en que son las cosas en nuestra vida normal. Aprendemos a aceptar la vida tal cual es, no como quisiéramos que fuera.
La respiración es el puente entre el cuerpo y la mente. Sabemos que cuando estamos estresados o agitados, nuestra respiración es superficial y rápida. Cuando el cuerpo descansa, la respiración se hace lenta y la mente se aquieta. Por lo tanto, si trabajamos para aquietar no solamente nuestro cuerpo sino también nuestra respiración, aquietaremos nuestra mente. Focalizarnos en la respiración es la mejor manera que conozco para dejar de lado el mundo y volcarnos al interior. Simplemente debemos poner nuestra atención en el aire que entra en nuestras fosas nasales. Siéntelo venir frío y salir cálido: simplemente focalízate en sentir lo que ocurre cerca de las fosas nasales. No alteres la respiración, simplemente siéntela, entrando fría y saliendo caliente. Simplemente respira.
Estos ejercicios de respiración son muy útiles cuando nos preparamos para la meditación; una vez que la respiración se haya aquietado, enfoca tu atención en el mantra. Puedes sentir que es de utilidad unir el mantra al ritmo de tu respiración, permitirle al mantra flotar en la respiración, y esto también puede ayudar a arraigarlo en tu interior. Pero si eso te distrae o presenta dificultades, abandona el conectarlo con tu respiración. Pon toda tu atención en el mantra y acepta lo que ocurre con ecuanimidad. Vale la pena: el silencio interior crea la conciencia y la centralidad que perdemos en nuestra vida diaria todos los días.