Roma. La palabra evoca el imperio más duradero de la historia, tan largo que nadie está de acuerdo exactamente en cuándo comenzó o terminó, pero fue un milenio completo. Una civilización pero también corrupta y brutal como son todos los imperios. O, como palabra, también significa la iglesia que floreció a través de la persecución por el imperio hasta aliarse con él y eventualmente de alguna forma sucederlo: la iglesia “católica” o universal. Como lo imperios, las iglesias globales también caen en obstáculos del poder. Caminar a través de Roma como un turista o un peregrino es como visitar una exhibición de enseñanzas morales sobre la seducción para controlar a otros y poner ideas y ambiciones antes que las personas. Y, como hemos venido haciendo notar varias veces en estas reflexiones de Cuaresma, el entrelazado de bien y mal es inescapable en cualquier cosa que los seres humanos hagan o aspiren hacer.
Roma es el embrollo arquitectónico de capas expuestas de historia arquitectónica, templos, foros, antiguos centros comerciales, estadios que albergaban sadismo en masa e iglesias que honran a místicos y santos. En un caos hermoso superpuesto sobre una ciudad moderna y plenamente viva, capital de un miembro del grupo G7, restaurantes, bares, tiendas de lujo y baratijas, coches, camiones, camiones de turistas y iPhone sonando. Es un remolino multicanal de paisajes y sonidos. Esto es obvio, pero como dijo Wittgenstein, “los aspectos más importantes de las cosas están escondidos por su sencillez y familiaridad”. Podemos fallar en valgo de forma precisa por que está frente a nuestros ojos.
Ayer pasé la mayor parte del día en la universidad Benedictina de San Anselmo. El ritmo de vida que vivió San Benito y enseñó después de haber huido de sus estudios en Roma en el siglo VI, por la baja moral de la escuela, se vive diariamente mientras los estudiantes que vienen de todo el mundo se preparan para su trabajo posterior en la vida. En la noche me reuní con un magnífico grupo budista italiano cuyos viajes tejen en ambas tradiciones.
El sentimiento obvio con el que parto hoy de aquí es el surgimiento y la caída de todas las cosas, imperios, iglesias, y cada uno de nosotros. Al fina de una era todas las cosas se desmoronan, los centros no pueden mantenerse y esto incluye las mismas ideas que una vez animaron grandes instituciones. Nuestro tiempo presente también esta experimentando una gran desilusión. Algunos pelean por prevenirlo. Otros, guiados por una proporción creciente de un grupo de contemplativos, buscan encontrar lo que debe ser descartado y que debe ayudar a crea algo nuevo y no probado.
Jung decía que dar a luz a lo antiguo en un tiempo nuevo es creación. El tiempo nuevo es también tiempo libre cuando vemos la eterna novedad del ahora. Esta percepción, el resultado de continua metanoia, nos previene de colapsar en el colapso. Lo vemos es el caos, pero es hermoso.
Laurence Freeman OSB
Traducción: Guillermo Lagos, WCCM México