Mt 21:1-11
Desde el punto de vista litúrgico, hoy, después de cuarenta días vagando por el desierto, comenzamos a adentrarnos en el misterio que conduce a la tierra prometida. . Para comprenderlo, debemos participar, en la medida en que nos lo permitamos, en los actos sagrados: especialmente en el relato de una historia, que se convierte, en primer lugar, en una clave del enigma de nuestra propia vida y, en segundo lugar, en una llave maestra del misterio de todo ser y de toda existencia.
La palabra misterio puede hacernos pensar en una historia de Agatha Christie o de Sherlock Holmes que se desentraña y se explica racionalmente. O, lo que es más interesante, nos sugiere el término mysterion, utilizado veintisiete veces en el Nuevo Testamento. Se refiere a una realidad mística que todo el mundo puede experimentar, pero que es superracional o superlógica. En la antigüedad, las “religiones del misterio” eran cultos en los que los aspirantes eran iniciados ritualmente en secretos que nunca debían revelarse a extraños. El cristianismo primitivo tiene algunas similitudes con estas religiones, pero con la gran diferencia, como dice San Pablo, de que “el secreto es Cristo en ustedes, la esperanza de la gloria venidera”. La narración de la historia de Jesús a través de las Escrituras es el ritual esencial de esta Semana Santa, unido a otros ritos litúrgicos de los que puede disfrutar un niño, y de los que también podemos disfrutar nosotros, si somos capaces de ser como niños. Aquí en Bonnevaux, si el tiempo lo permite, comenzaremos la procesión del Domingo de Ramos con un burro que nos ha prestado un vecino de confianza. El sábado, en la Vigilia Pascual, haremos lo que a todo el mundo le gusta hacer: encenderemos una hoguera mística.
Un misterio es algo que encontramos pero que espera ser expuesto e interpretado. Sentimos que despertamos en el misterio, como a veces despertamos en un sueño. Escondidos en la historia en la que nos adentramos, hay muchos arquetipos. Si podemos escuchar la historia sutilmente, éstos nos ayudarán a acercarnos a las raíces de la conciencia; y sentiremos que emerge una estructura interior de significado, en lugar de una explicación que estamos imponiendo. Experimentaremos el tipo de significado que es una conexión y resonancia profundas, que se compromete con nuestra propia experiencia vital más íntima, incompleta pero satisfactoria. Somos la historia que contamos sobre nosotros mismos, pero lo que contamos depende en gran medida de a quién se la contamos, de cómo nos escuchan y de la conexión que se crea con ellos.
El escenario de la historia de Semana Santa es la mística ciudad de Jerusalén, sagrada para tres de las principales religiones del mundo. La gente aún no puede convivir pacíficamente allí, quizá porque no ha escuchado con suficiente atención las historias que cada una cuenta sobre ella. El día de hoy se abre con una multitud enfervorizada, como un equipo de fútbol que llega a casa con éxito tras la Copa del Mundo. Jesús es el profeta que estaban esperando. ¡Hosannah! La historia pronto termina en rechazo y fracaso con una crucifixión en el Gólgota, el basurero de la ciudad santa. Todo está cumplido”.
Pero, por supuesto, la historia es interminable, debido a la presencia, la presencia siempre presente que sentimos en los acontecimientos y en su figura central. La presencia es misteriosamente eterna, imposible de verbalizar. Pero se hace cada vez más fuerte hasta que, tras una breve y dolorosa desaparición, regresa trayendo consigo una nueva dimensión de la realidad, que es más real que nada y transforma la vida.
Laurence Freeman OSB
Traducción: Elba Rodríguez, WCCM Colombia