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Ciclo 1 – Carta 43: Benito

¿Puede la búsqueda de un sendero espiritual guiar hacia el mismo egocentrismo del que se está tratando de escapar? Los Monjes del Desierto eran sumamente conscientes de este peligro que los acechaba especialmente en la soledad y confiaban por sobre todas las cosas en la relación discípulo-abba para evitarlo. Fue sin embargo Benito de Nursia (480-550) quien ideó una fórmula de entrenamiento para la vida mística magistralmente sabia basada en la comunidad más que en el maestro. Su regla es genialmente especial en su modestia – a pesar de carecer de una doctrina mística directa.

Incluso su nombre es anónimo, significa el bendito, al igual que con frecuencia fue llamado Buda por sus seguidores. Conocemos la historia de su vida a través de legendarias historias de milagros recogidas como ilustraciones teológicas por el Papa Gregorio, antiguo monje que vivió bajo la Regla. Estas inspiraron innumerables obras de arte y los más hermosos frescos de Signorelli y Sodoma en Monte Oliveto Maggiore, cada uno de las cuales bien merece una semana de retiro. Benito comenzó su viaje monástico siguiendo el arquetipo del desierto. Dejó el colegio en Roma, (“sabiamente ignorante”), algo curioso para el fundador de un sistema que evitó aprender en la Alta Edad Media (Epoca del oscurantismo). Tomó los hábitos de un ermitaño vecino y luego pasó años en una cueva (Sacro Speco) en Subiaco, cerca de Roma, la cual es todavía uno de los lugares más llenos de su presencia y más sagrados del mundo. Enseñó el Evangelio a los campesinos paganos de su alrededor anticipando la rama misionera de su progenie espiritual de los siglos futuros. Cuando unos monjes sin líder de las cercanías le rogaron que fuera su abad, aceptó amablemente, aunque su decisión no fue sabia. Era demasiado estricto para ellos y, no por última vez en la historia monástica, la comunidad trató de asesinar a su abad. Los dejó, pero continuó en la forma de vida monástica cenobítica (en comunidad) en vez de volver a la soledad. Fundó doce monasterios, cada uno con doce monjes. Al leer la Regla, los psicólogos modernos notan el énfasis puesto en el número reducido para lograr dinámicas de grupo saludables. Incluso en las comunidades grandes con frecuencia organiza a los miembros en “denarios”. Sin embargo, en el Capítulo Uno de su Regla sobre “Las Clases de Monjes” considera a la soledad como un objetivo. Después de un no especificado “largo” periodo de tiempo en el monasterio, aquellos que hayan edificado su fuerza se dirigen desde la línea de batalla que compartieron con sus hermanos hacia el combate individual del desierto.

Las metáforas militares pueden parecer más adecuadas para hombres que juegan a los soldados. Sin embargo, las mujeres, incluyendo la propia hermana de Benito, Escolástica, cuya historia la muestra orando mejor y más sabiamente que su hermano, responden, adaptaciones mediante, tan bien como los hombres a la sabiduría psicológica de la Regla.

La cuestión del símbolo militar no es el uso de la fuerza sino de la solidaridad, la obediencia y la buena administración en una misión colectiva. La Regla corta fue probablemente elaborada a lo largo de muchos años y parece tener adjunta un segundo final. La mayor parte del material se recoge directamente de la Regla del Maestro, una de las muchas otras reglas monásticas contemporáneas. Con eficiencia centralizadora, el Papa Gregorio seleccionó las reglas de Benito para usarlas en toda la iglesia occidental. La genialidad de Benito se puede apreciar en lo que no tomó del original y en el Prólogo que es suyo. Era consciente que estaba dándole forma a una regla más flexible que la de la edad dorada. “Leemos que los monjes no deben beber nada de vino, pero dado que no podemos convencer de ello a nuestros monjes contemporáneos, acordemos al menos beber moderadamente”. Esta posición intermedia y con sentido común, respaldada por una estructura de vida firme pero flexible y principios perennemente válidos de manejo del tiempo hicieron de la Regla, después de la Biblia, el texto con más influencia en la civilización europea durante un mileno. Abades y hombres de negocios todavía se juntan y vuelven a ella buscando luz para los problemas sociales contemporáneos. Y es interesante que los mejores comentarios sobre la regla no se hayan escrito, como se afirma con frecuencia, en habitaciones de hoteles, sino que son ciertamente hoy en día elaborados por mujeres y no hay duda que un día serán elaborados por los oblatos.

La Regla es una obra maestra de la lógica, la modestia y la auto trascendencia. En el último y generalmente menos comentado capítulo, Benito la llama pequeña Regla para principiantes. Aquellos que deseen pasar a secundario o incluso terminar el colegio deberían consultar a Casiano y a los padres. Entonces, ¿de qué modos entrena esta pequeña Regla a aquellos que buscan a Dios y que tienen hambre de la experiencia contemplativa de ver a Dios y escuchar su Palabra? Primero de todo identifica al mismo llamado: ¿hay alguien aquí que añora la vida y desea ver a Dios? Citando a los salmos y a la literatura de la Sabiduría como lo hace frecuentemente, Benito identifica el buscar a Dios como la meta de la vida humana. La vida no deja de ser humana y variable una vez que se está persiguiendo la meta. Cuando el “primer fervor de la conversión” desaparece, tus hermanos ya no parecen santos ni siquiera amigos.

La estabilidad es uno de los votos que Benito define y que requiere tanto de perseverancia física como mental. Hubiera disfrutado el dicho rabínico “no estás obligado a tener éxito, pero no se te está permitido darte por vencido”. Pero siendo Benito, sabe que la gente se dará por vencida y entonces le da al monje tres golpes antes que salga y que no le permitan regresar.

Para balancear la estabilidad que de otra manera se vuelve estática, su segundo voto resalta el compromiso hacia una continua conversión de vida y de costumbres, una forma de persecución sin fin de Dios en la vida mística descrita por Gregorio de Nisa. Y completa la tríada la obediencia - idealmente o finalmente practicada sin demora, espontáneamente y por amor, no por miedo. La obediencia debe ser practicada verticalmente hacia el abad y horizontalmente uno hacia el otro y así se vuelve parecida a Cristo. A diferencia de las órdenes religiosas posteriores que reconocían la voluntad de Dios en las órdenes de los superiores, Benito le concede al monje la posibilidad de una apelación si encuentra que le es imposible llevar a cabo lo que se le ordena. Si falla, debe poner de sí lo mejor y obedecer y confiar en Dios.

El monasterio es el laboratorio en donde los votos y las “herramientas de las buenas acciones”, entrenan al monje para pendientes más pronunciadas. Si trabaja bien, se convierte en un lugar lleno de tanto amor y tan liberador que parece que se estuviera en la cima, pero esto depende de una buena administración. Ante todo, administración del tiempo, balanceando correctamente el trabajo físico, la lectio (lectura espiritual) y la oración, que corresponden a la composición de la persona humana como cuerpo, mente y espíritu. El tipo de oración que Benito describe es la salmodia en comunidad y la lectura - una lectio colectiva que sirve como preparación para una verdadera oración contemplativa. El estrés es la interrupción de la armonía humana natural. La paz es cuando el balance funciona. Se destaca especialmente a la murmuración (el chisme y las quejas) por su corrosivo ataque contra la paz. El manejo de la organización muestra en la Regla las virtudes romanas de paternitas y gravitas y no deja mucho (al menos de manera oficial) para hilaritas. En conjunto, el abad tiene un trabajo imposible. Debe ser capaz de llevar una lista con las herramientas entregadas para el trabajo cada día y debe adaptarse constantemente a cada temperamento. Tiene la última palabra, pero al mismo tiempo está sujeto a la Regla y debe consultarla.

Es una descripción del estilo de vida cristiano hermosa, breve y humana, en la que “todos los miembros vivirán en paz”. Las excepciones hacen a las reglas y Benito hace muchas, especialmente con los ancianos, los enfermos y los niños, los miembros más vulnerables de una sociedad. Trata con paciencia la debilidad del cuerpo y de la mente – una rara característica en la mayoría de las doctrinas espirituales. Sin embargo existe una firmeza (“no prefieran nada al amor de Cristo”) que nunca transforma la moderación en compromiso. Al enfocarse en lo mundano de la manera en que lo hace, Benito logra algo sorprendente. Vemos a Dios reflejado en lo común – Cristo bailando en miles de lugares. Y sin embargo, él insiste que esto es el jardín de infantes espiritual, solo el comienzo.

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