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Segundo Domingo de Adviento 2023

10 de diciembre de 2023

El ferry (transbordador) que cruza el agua varias veces al día entre la isla de Bere y tierra firme sólo tarda un cuarto de hora y ofrece una tarifa más baja para los lugareños y ofrece un descuento por doce viajes. Esta mañana de manera sorpresiva lo he llamado “ferryman” (barquero) al “maestro” del barco de ese trayecto. Estaba pensando en Caronte, el personaje mitológico que transportaba a los muertos en una barca a través del río de la muerte hasta el otro mundo. Antes del entierro, los familiares del difunto colocaban un óbolo, una moneda de poco valor, sobre o en la boca del muerto como pago o soborno a Caronte.

En la época cristiana, esta práctica de preparación para el viaje desde este mundo al otro se convirtió en el viaticum, la hostia consagrada que se colocaba en la lengua del moribundo. Significa literalmente “provisión para el viaje”. Al colocarlo en la boca se pueden decir estas palabras: “Que el Señor Jesucristo te proteja y te conduzca a la vida eterna”. Hades era el nombre del dios del inframundo y objeto de gran temor y superstición porque su principal tarea era impedir que ninguno de sus huéspedes saliera jamás. En el nuevo mito que lo sustituyó, oímos a menudo la pregunta “¿Por qué tienes miedo? Se nos invita a creer en la posibilidad real de vivir sin miedo.

Mientras cruzaba las aguas y regresaba hoy a la isla, pensé que estos frecuentes viajes del transbordador de la isla de Bere son como las pruebas que todos hacemos en las muchas historias personales de nuestras vidas. Son momentos en los que debemos morir a nuestras expectativas, planes y esperanzas, o cuando las relaciones se deshacen y aprendemos dolorosas lecciones sobre nosotros mismos y nos enfrentamos a los dolores del parto de un nuevo yo. Cada viaje, cada historia, es a la vez separación del pasado y de lo familiar, una muerte pequeña, y sin embargo también es un regreso al punto de partida y poder verlo con ojos nuevos y una gratitud fresca y tranquilizadora.

Al atravesar el agua, la ciudad o, en el viaje de vuelta, la isla parece venir hacia uno, lo cual es cierto, pero sólo porque vas hacia ella. Esta es la ilusión incorporada a todo lo que habitamos en nuestro mundo temporal-espacial y modo de percepción demasiado lineal. El otro lado puede ser aterrador. Pero, ¿y si Hades fuera sustituido por un Juan el Bautista que es la figura principal del evangelio de hoy? No pedía dinero a nadie, pero el mundo acudía a verle al desierto para preguntarle: “¿Qué debemos hacer? Enséñanos a vivir”.

Los profetas no son sentimentales por naturaleza y son parcos en palabras. Pero comunican una aguda compasión por todos los que sufren los frecuentes viajes de nuestras vidas entre lo familiar y el otro lado. Aunque las vistas pueden ser magníficas, es difícil hacer estos viajes hasta que nos damos cuenta plenamente de que aquello hacia lo que vamos viene hacia nosotros.

A medio camino entre los dos lados existe ese punto de quietud en el que aquí es donde estamos y donde el pasado y el futuro están en el presente.

Laurence Freeman, OSB

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