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Ciclo 2 – Carta 7: El Regalo de las Lágrimas

La meta de nuestro viaje espiritual es básicamente el mismo que el expresado por el siguiente dicho acerca de los Padres y las Madres del Desierto:

Lo que más buscaban los padres era su verdadero ser, en Cristo. Y para hacerlo, tenían que rechazar completamente el ser falso, formal y fabricado bajo la presión social «mundana». Necesitamos darnos cuenta que somos más que nuestro ser falso y formal de la superficie. Nuestro viaje espiritual es un peregrinaje a «nuestro verdadero ser, en Cristo» (Thomas Merton).

No podemos ir al desierto, pero podemos entrar al silencio interior y a la soledad que la meditación nos brinda, abandonando nuestros pensamientos que frecuentemente giran alrededor de nuestro ser condicionado y en ese silencio y paz interior, experimentar quiénes somos realmente, nuestro «verdadero ser, en Cristo.»

Frecuentemente las lágrimas, abundantes lágrimas, son la primera señal de sanación. Los Padres y las Madres del Desierto las llamaron «el regalo de las lágrimas»: «Oren primero por el regalo de las lágrimas para que por medio de la pena puedan suavizar su rudeza natural. Luego, habiendo confesado los pecados al Señor, obtendrás perdón para ellos» (Evagrio, Capítulos sobre la Oración 5).

Estas lágrimas son las lágrimas que no derramamos cuando fuimos heridos, pero son aún más una señal de una conciencia cada vez más plena y del remordimiento por el daño que inflingimos a otros, actuando como lo hicimos desde nuestra ignorancia y nuestro dolor. Este reconocimiento del dolor propio y el inflingido a los demás es el paso más importante en el camino de la sanación.

San Pablo lo llama remordimiento, arrepentimiento, primer bautismo. Eres bautizado en tus lágrimas. «Penthos» la raíz griega de la palabra arrepentimiento significa pena, dolor. No tiene nada que ver con la culpa. En realidad la culpa es un producto del ego. Al acusarnos a nosotros mismos por nuestras malas acciones, nos probamos que no valemos, nos confirma en nuestra baja auto estima. En vez de sanar y perdonar nos atrincheramos en nuestro corrosivo auto rechazo. El verdadero remordimiento lleva al perdón inmediato, como lo prueba el dicho del que hablábamos anteriormente. Los Padres del Desierto no tenían dudas sobre ello.

Un soldado le preguntó a un anciano: –¿Dios acepta el arrepentimiento? La respuesta: –Dime, ¿si tu capa estuviera rota, la tirarías?, el soldado le respondió: –No, la arreglo y la uso nuevamente. El anciano le dijo: –Si tú cuidas tu vestimenta, ¿no sería Dios consistente con su propia imagen? (Vida de los Padres).

El Segundo bautismo, según San Pablo es el bautismo del espíritu, sólo posible después que nuestras lágrimas suavicen la dureza de nuestro corazón, nuestra «rudeza», y nos ayuden a abandonar nuestro egocentrismo. Luego se corre el velo temporariamente y se nos concede por medio de la gracia una experiencia de «nuestro verdadero ser, en Cristo» cuando nos damos cuenta que estamos abiertos a la amorosa y sanadora influencia del Espíritu, que fluye en nuestro verdadero centro – un momento que transforma nuestra vida.

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