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Carta 29 – Ciclo 2: Relajando el cuerpo

Como ya he dicho en una carta anterior, vivimos en un mundo obsesionado con los logros y el éxito. Incluso la meditación puede ser vista simplemente como un modo de optimizar el funcionamiento de nuestro cerebro, para ser más materialmente exitosos en este mundo. Simplemente entra en una librería y observa la sección de autoayuda - los estantes crujen bajo el peso de libros que nos dicen cómo mejorar la salud, el cuerpo y la mente, y por lo tanto vivir una vida más materialmente exitosa.

No niego que es absolutamente importante cuidar nuestro cuerpo y nuestra mente para mantenerlos en óptima salud. Incluso Evagrio, uno de los principales Padres del Desierto del siglo IV, dijo: “Nuestro santo y más ascético maestro (Macario El Grande) dijo que el monje siempre debiera vivir como si fuera a morir mañana, pero al mismo tiempo debiera tratar su cuerpo como si fuera a vivir en él por muchos años más”. Cuidar el cuerpo con la comida adecuada en cantidades modestas, y armonizarlo con prácticas físicas tales como el Yoga, Tai Chi o Chi Kung, es por lo tanto de una importancia innegable.

Este tipo de enfoque orientado al resultado puede incluso encontrarse en el campo de la meditación. Seguro que es posible usar la meditación exclusivamente por sus beneficios para la salud como una técnica de relajación del cuerpo y de la mente y no seguir más adelante. Es maravilloso parar el incesante parloteo de la mente y soltar el estrés y la tensión. Nos sentiremos maravillosamente al tomarnos unas vacaciones de las preocupaciones, ansiedades, esperanzas y temores que generalmente nos acosan, al detener la pérdida de energía de una mente que da vueltas en círculos.

Pero eso sería perder una oportunidad, ya que la meditación implica mucho más que sus efectos psicológicos sobre el cuerpo. Por lo tanto, para alguien que practica la meditación seriamente, el cuidado del cuerpo y la relajación son considerados como una preparación esencial que facilitan el propósito real de la meditación, es decir, transformar nuestra mente completamente y el modo en que miramos a la realidad. Al hacerlo, descubrimos la parte espiritual de nuestro ser y nuestra conexión con la Fuente de todo Ser. Para lograrlo, la meditación necesita ser una disciplina espiritual de soledad y silencio, en la cual abandonamos todas las experiencias, las imágenes, las emociones y los pensamientos, abandonamos nuestro ego. Sólo cuando nos hemos reconectado con nuestra esencia espiritual, nuestro yo, podemos vivir una vida plena y con significado, a medida que nuestras acciones surgen de nuestra conciencia de lo Divino, de nuestra conexión, responsabilidad y preocupación con y por los demás.

La compasión, la preocupación por los demás, son los signos verdaderos de que nuestra mente está siendo transformada. En palabras de Evagrio: “Feliz el monje que ve el bienestar y el progreso de todos los hombres y mujeres con tanta alegría como si fuera propio”. Para esta transformación solo podemos prepararnos aquietando el cuerpo y la mente, estando abiertos al trabajo del espíritu. Ya que es su trabajo. “El Espíritu Santo se apiada de nuestras debilidades, y aunque somos impuros, con frecuencia nos visita. Si encuentra nuestro espíritu orándole por amor a la Verdad, entonces desciende y disipa todo el ejército de pensamientos que lo acosa".

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