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Carta 30 – Ciclo 2: Hacer y ser

La historia de Marta y María en el Evangelio de Lucas (Lucas 10:32-42) ejemplifica la importancia de la integración del hacer y del ser, de la relación entre la acción y la contemplación. Marta representa la vida activa, atareada, que todos llevamos diariamente con sus demandas de trabajo, amistad y hospitalidad. ¿Quién no se ha sentido molesto mientras los demás están escuchando a algún invitado especial o meditando mientras ella o él debe seguir preparando la comida que después será compartida por todos? María es la parte contemplativa de nuestro ser, meditando, escuchando atentamente al Cristo interior, durante la oración o encontrándolo en una cuidadosa lectura de las escrituras, la Lectio Divina.

Esta historia simboliza en cierta forma quienes somos. Acción y contemplación son las dos caras de nuestro ser. Somos a la vez Marta y María. Cuando estamos muy ocupados y nos quejamos porque no tenemos tiempo para meditar, es que Marta ha asumido el mando. Cuando consideramos dejar nuestro trabajo y dedicarnos completamente al trabajo de la oración/meditación y a escuchar atentamente, entonces queremos ser solamente María. Pero no podemos ser exclusivamente una o la otra, somos ambas, aun cuando vivimos en comunidad: ora y trabaja - ‘ora et labora’, la regla de la Comunidad Benedictina y la regla de nuestra vida.

Marta está realizando un trabajo importante, preparando todo para el almuerzo que luego compartirán, pero al enfocarse con resentimiento en ello, pierde de vista el derecho a existir de la otra mitad de su alma, María que escucha atenta y concentrada. Jesús se lo señala: “Marta, Marta, te inquietas y te preocupas por tantas cosas”. ¿No hacemos lo mismo a veces? Especialmente en aquellas ocasiones en que necesitamos recordar nuestro lado contemplativo y cumplir con nuestras obligaciones con atención y no quejándonos. Si solo pudiéramos hacer lo que debemos hacer desde la conciencia de nuestro profundo centro interior donde habita la compasión y la amistad por los demás. El que se queja es nuestro ego, que necesita la estima, que quiere ser alabado y ver a los demás culpados. Pero en vez de ello lo que se necesita es la aceptación y la integración de ambos lados de nuestro ser: debemos ser Marta a veces, pero podemos ser en otras ocasiones María, y eso también está bien. Encontramos este maravilloso equilibrio de acción y contemplación en la vida de Jesús. Deambula por la campiña predicando y sanando y sin embargo frecuentemente escuchamos que se retira a un lugar silencioso para estar tranquilo y orar. “Durante este tiempo un día se retiró al cerro a orar y pasó la noche orando a Dios”.

La mayor parte de la vida de la Iglesia actual se centra en Marta y algunos hasta han olvidado que María fue alabada por Jesús. Existe el hacer, el ocuparse por los demás, el hablar, la oración de alabanza, adoración, petición, intercesión, la acción de gracias y la oración litúrgica - todas ellas formas de oración importantes y valederas. Pero el trabajo de María, la oración silenciosa, la escucha atenta – la contemplación - es relegada a unas pocas monjas y monjes atraídos por esta forma de ser. Esta fue la vocación que John Main tuvo en vida y que Laurence Freeman lleva adelante: tratar de reconectar a los cristianos comunes con la antigua tradición de la oración contemplativa que se remonta a las enseñanzas de Jesús. En 2007 la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana recibió reconocimiento canónico como Comunidad Ecuménica Contemplativa, reconociendo así la importancia del trabajo de María.

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