Ya seamos oveja o cabra, ya sea que demos vuelta entre las dos identidades o ya sea que se completó la fusión de ambas y nos liberamos de preocuparnos por eso, siempre hay sorpresas saltando de lugares inesperados. Siempre hay algo a la vuelta de la esquina. Hasta que la integración de la personalidad sucede – la armonización de la mente, el corazón y todo lo que hay en el medio – podemos tenerle miedo a lo inesperado, incluso vivir en un incesante estado de ansiedad o temor escondido. Sin embargo, gradualmente la paz de la armonía del orden demuestra ser más fuerte que el miedo que siempre surge del constante cambio que nos recuerda incómodamente de nuestra mortalidad.
Esto ya empezó a sonar abstracto, incluso como un sermón. Las historias son más efectivas para difundir ciertas verdades y descubrir incluso más de lo que el narrador entendió. Las buenas historias, como el mito de la creación, al principio parecen autosuficientes con un inicio, un desarrollo y un final. De hecho, emergen de un caldero arremolinado de imaginación ancestral. Los teóricos literarios discuten sobre cuántas tramas básicas existen: siete (por supuesto) o hasta treinta y seis. Sin embargo, si al escuchar una historia se pregunta a qué categoría pertenece, entonces lo más probable es que no sea una muy buena. Las buenas historias nos persuaden de que son únicas.
Muchas de las mejores historias y las preguntas grandes que contienen tratan del origen y significado del sufrimiento. La reputación de Dios pende de esta pregunta. Nietzsche pensó que vivir es sufrir y que sobrevivir es encontrarle significado. Una respuesta prolija, pero tal vez muy prolija. La narrativa de la creación hebrea (Génesis 1-3) cuenta una historia sin tiempo. La primera casa de la infancia de la humanidad fue un jardín con hermosos árboles frutales y nuestros primeros padres podían comer lo que quisieran excepto la fruta del árbol del conocimiento del bien y el mal. Desobedecieron porque la Mujer, casi siempre más inteligente que su compañero, pensó, “bueno, ¿por qué no?” Resultó en la expulsión del Edén y una vida de sufrimiento que finaliza en la muerte.
La historia bíblica no se lamenta de esto como luego hicieron los comentadores cristianos al llamarlo La caída, culparon a la Mujer y vieron el sufrimiento como castigo. No así los sabios judíos quienes estuvieron de acuerdo con Eva y vieron la historia no como una terrible desobediencia, sino que simplemente como crecer y descubrir de verdad como es el mundo allí afuera.
Entra “Yetzer Hará” en la forma de una serpiente quien es retratada como el diablo en la imaginación cristiana. En la mitología china se convierte en un dragón, símbolo de poder, fuerza y buena suerte. El conjunto de historias de actos indebidos humanos en la biblia reconoce que hay algo en nosotros que intencionalmente elige lo malo sobre lo bueno. Parece que la decisión de invadir Ucrania estuvo latente y buscando auto justificación en la mente de Putin por años. No obstante, hay que recordar el destino de las ovejas y las cabras. La biblia nunca sueña con volver a Edén. Lo que viene a la vuelta de la esquina es un nuevo futuro.
Los comentaristas judíos convirtieron a la narración de la creación en bellas artes al decir de manera traviesa que el Yetzer Hará, la causa de la desobediencia, fue creado e insertado en la psiquis humana por Dios a propósito. De otra manera, Dios siempre sabría todo lo que va a pasar: y cuán eternamente aburrido sería para Él. Ahora, ¿No convierte eso a Dios en un personaje más interesante y, no nos hace sentir mejor en cuanto a ser una cabra?
Laurence Freeman
Traducción: Giovanna Biglia, WCCM Argentina