Al entrar en la catedral de Chartres (siglo XIII) por la entrada occidental, te encontrarás caminando en dirección y al interior del Laberinto del Peregrino. El Laberinto está trazado en piedra negra sobre el piso de la nave de la Catedral, bajo la Ventana Rosa, cuyo diámetro refleja exactamente.
Durante la Edad Media los peregrinos pobres, que no tenían la posibilidad de ir a Jerusalén, transitaban una imaginaria “peregrinación” de rodillas, recorriendo todas las vueltas y giros del laberinto dentro de la propia catedral. En Chartres, como en muchas de las catedrales europeas en las cuales se encontraron diseños similares, este mandala espiritual adquirió un gran significado dentro de la devoción del laicado. Muchas generaciones experimentaron el gozo de arribar al centro del laberinto luego de muchas dudas y tentaciones.
Si trazas el diagrama del laberinto con tu dedo, comenzarás a comprender por qué John Main consideraba a la meditación no solamente un método de oración, sino una peregrinación y una forma de vida. Transitar el laberinto con devoción, como en la meditación, ilumina el camino de nuestra vida. Todos los giros y retrocesos del laberinto te ayudan a poner tus tiempos de acedia y apateia, de turbulencia y de paz, bajo la perspectiva de la totalidad del diseño del camino.
Comienzas en el principio. Todo camino espiritual, aún el camino espiritual que trasciende el tiempo y el espacio, tiene un comienzo específico. No estás tan lejos del centro aún en el principio, pero tienes un camino a transitar, un proceso de realización y auto descubrimiento, antes que puedas encontrarte realmente, ya y siempre en el centro. Al comienzo te parecerá que alcanzas el centro directamente y de una vez, pero pronto descubrirás los viejos modelos recurrentes, espirales y giros que ponen a prueba y profundizan tu fe. Pueden hacerte creer que estás perdiendo terreno y que estás retrocediendo. Luego de años de meditación podrás llegar a pensar que no has hecho progreso, excepto en la maduración de tu fe, que es el significado esencial del crecimiento espiritual. Esta misma fe luego te mostrará que las vueltas y giros del camino no son una forma difícil de Dios de hacérnoslo aún más difícil, sino una forma compasiva y sabia de nuestro Maestro de desatar los nudos de tu corazón.
El laberinto te muestra la sabiduría de no tratar de medir tu progreso: precisamente debido a que el camino no es lineal ni mental, sino cíclico y espiritual. Similar a las vueltas de un arroyo. Lo único que importa es la confianza de saber que estás en el camino. El sendero que te conduce al centro, es un sendero angosto que te conducirá a la fuente de la vida. La vida es eterna al igual que su fuente. Solo tienes que permanecer en el camino. Si tratas de engañar y saltar desde donde estás a donde quisieras estar sin transitar esa porción del camino, te perderás y quedarás confundido/a.
Pero podrás comenzar de nuevo en cualquier momento. La compasión siempre presente de Dios se experimenta más directamente en la permanencia en el camino y el significado del camino que habrás transitado que descubrirás, finalmente, en el centro. Simplemente no deberás detenerte sino continuar siempre hacia delante. Cualquiera que busque encontrará. La meditación es un camino. Es, en primer lugar, un camino de experiencia antes que una forma de pensamiento o imaginación. Es un símbolo como el del laberinto del Peregrino en Chartres, aunque rico en significado, solo podrá ser verdaderamente comprendido cuando puedas verlo como apuntando más allá de sí mismo y fuera absolutamente del mundo de los signos. Observando la ilustración y trazando el camino al centro con tus dedos es muy diferente a transitarlo realmente de rodillas.
¡Qué diferente es entonces nuestra práctica diaria de la meditación.