Entonces, un poco más sobre el desapego, siempre recordando la importancia de no apegarnos a nuestras ideas sobre las cosas. Es difícil porque una vez que expresamos una idea se convierte en una opinión; las opiniones nos representan y entonces terminamos defendiéndolas como si fuera a nosotros mismos. El desapego no significa rechazo o cancelación, que es lo que sucede hoy en día en muchas conversaciones públicas. Cometes un error y estás “cancelado”. El desapego da lugar al regreso del perdón y las segundas oportunidades.
Los místicos hablan de la necesidad de desapegarse de las imágenes que tenemos de nosotros mismos que casi siempre están hechas de nuestros juicios del pasado y fantasías del futuro (llamadas “predicciones” si recibes una remuneración por hacerlas). Ellos dicen que ayuda a reemplazar estas imágenes impulsadas por el ego con la imaginación obtenida de las sagradas escrituras. Este es un problema para aquellos que les falta cualquier conexión directa con las escrituras originales, en el mejor de los casos tienen acceso a comentarios de segunda mano. Los textos sagrados son fuentes, manantiales siempre frescos de sabiduría. En primer lugar, tenemos que beber nosotros mismos: primero leerlos y después sentir como ellos nos leen a nosotros mientras absorbemos su pureza. (Si no puedes leer, busca a alguien que pueda). Nuestra propia interpretación de su significado viene de la lectura (o escucha) personal y el sentimiento de ser tocado por la luz. Entonces podemos ayudarnos de fuentes secundarias.
Sin embargo, los místicos siguientes, como el gran flamenco Jan van Ruusbroek, nos urgen a desapegarnos incluso de estas palabras e imágenes sagradas. La próxima etapa de la oración es el tipo de meditación donde “dejamos de lado” las imágenes, las palabras y los pensamientos de cualquier tipo. Los pensamientos se convierten en imágenes, que se convierten en palabras. El mantra los deja de lado en el trabajo del silencio.
Este desapego más profundo y liberador es difícil al principio, luego maravilloso y difícil. El miedo a convertirnos en nada se vuelve la alegría de ser. No logramos esto solos sino con la ayuda de la gracia, que es como una mano invisible que siempre nos ayuda, pero nunca nos controla. No nos desapegan los planes de austeridad. Los intentos de autodestrucción, las espiritualidades orientadas de manera negativa solo refuerzan el ego. Ni tampoco nos volvemos más desapegados mimándonos y llamando a lo que queremos hacer la decisión correcta o, incluso peor, la voluntad de Dios. Mientras más desapegados nos volvemos, menos pensamos en la voluntad de Dios. O, tal vez nos preguntamos si Dios sólo quiere una cosa: ser Dios y hacer que todo lo que creó también se convierta en Dios.
Es un camino recto y sinuoso. Viajamos entre imágenes y momentos de descubrimiento sin imágenes en la habitación interior. A veces los trenes hacen huelga o los caminos están en construcción. Entonces, el viaje de todos los días es impredecible, pero elegimos no tener elección y solo hacerlo. Nunca sabemos que hay a la vuelta de la esquina, sin embargo gastamos menos tiempo preocupándonos e intentando controlar el futuro. El desapego se vuelve delicioso, pero nunca una atadura o posesión. No es algo que se logre porque entender y aceptar que nos toca la gracia es un desarrollo natural en el proceso humano. No sabemos qué es la gracia o quien nos está tocando. Sin embargo, le damos la bienvenida. Al final sabemos que estamos en camino.
Laurence Freeman
Traducción: Giovanna Biglia, WCCM Argentina