Ayer fue la Fiesta de la Anunciación y, por lo tanto, de la concepción de Jesús: ese momento en el tiempo en que la Palabra eterna se tradujo a sí misma en lo humano. En toda Italia se encuentran meditaciones visuales sobre este evento con innumerables variaciones de la Madonna y el Niño. El tema de María sosteniendo o jugando con su niño proporcionó a algunos de los más grandes artistas de la historia la oportunidad de mostrar su genio y, al mismo tiempo, de venerar su fe. La mirada maternal, un zapato colgando, una pequeña mano que llega a su rostro, el bebé que se alimenta de su pecho, dotan al gesto de amor humano más universal de una experiencia de lo divino que penetra y transforma lo humano, mejorándolo y no destruyéndolo. En estas pinturas, la ternura triunfa sobre la teología, lo concreto sobre lo abstracto.
La foto de esta semana es de una pintura de Jacopo Pontormo en la iglesia de Sta. Felicita, cerca del Ponte Vecchio en Florencia. Captura a María como una niña que sube las escaleras y, entre los escalones, se gira hacia algo que sintió detrás de ella: el roce de las alas de un ángel o el susurro del cambio cósmico del que sería parte; sosteniendo en el tiempo para siempre, el momento de la concepción y la creación. Es una imagen de una relación particular y al mismo tiempo ilimitada. Aquí y en todas partes. Ahora y siempre.
La capacidad humana de relacionarnos es fundamental para nuestra naturaleza. El principal arrepentimiento de los moribundos a menudo es que no dedicaron suficiente tiempo y energía a sus relaciones. Las relaciones no sanadas, para las cuales no hay tiempo para pedir perdón o lamentarse juntos por el daño causado por malentendidos tontos, nos privan de la paz. Nada es irredimible, pero la suma total de la infelicidad humana se incrementa innecesariamente y con demasiada frecuencia por oportunidades perdidas y decisiones pospuestas.
Todo esto es demasiado familiar tanto en las vidas personales cómo en los asuntos manejados por nuestras naciones. Y, aun así, seguimos invirtiendo en las cosas equivocadas que prometen felicidad, pero traicionan nuestras esperanzas. Una inquietante encuesta realizada a estudiantes estadounidenses mostró que la gran mayoría creía que “ganar mucho dinero” era un elemento integral de la felicidad. Un reciente economista conductual ganador del premio Nobel estaría en desacuerdo, argumentando que la mejor inversión que podemos hacer en la felicidad está en nuestras relaciones personales.
Como con cualquier inversión, existen riesgos. Podemos salir quemados. La tecnología nos ofrece gestionar estos riesgos en una zona virtual de relaciones distantes, protegiendo a los participantes del verdadero encuentro, a menudo ocultando la verdadera identidad de las personas. Las redes sociales se especializan en esto y a menudo traicionan cruelmente esperanzas y sueños inocentes. La fantasía es inherentemente engañosa debido a su impaciencia. Salta demasiado lejos y demasiado rápido, tratando de anular los tiempos y espacios necesarios para el crecimiento y el cuidado de la relación que la llevan desde su nacimiento, su subsiguiente crecimiento – a través del riesgo y el fracaso – hasta convertirla en un verdadero amor.
El camino más rápido honra la ternura y la fragilidad, la pequeñez y las incertidumbres de cada uno de los pasos que forman el viaje hacia la unión. Queremos todo ahora; pero la única forma de lograrlo es soltar todo en el riesgo de estar presente. Esto es lo que siento en la mirada hacia atrás de María mientras está a punto de poner su pie en el siguiente paso hacia adelante
Laurence Freeman OSB
Traducción: Ramón Bazán, WCCM México