Orar repitiendo una frase o frases determinadas ha sido una práctica bien establecida en el cristianismo durante siglos - pensemos en el “Padre Nuestro”, el “Ave María” y la “Oración a Jesús” de la tradición ortodoxa. Casiano, quien recopiló las enseñanzas de los Padres y Madres del Desierto desde el Siglo IV, recomendó la frase de los Salmos: “Oh Dios ven en mi ayuda, oh Dios apresúrate a socorrerme”. Su primer seguidor oyó a San Francisco orar repitiendo toda la noche: “Deus meus et omnia” (Mi Dios y mi todo). Se le atribuye a San Agustín haber usado la frase: “Noverim me, noverim te” (Que yo pueda conocerme, de manera que pueda conocerte). La filósofa mística del Siglo XX Simone Weil solía recitar el “Padre Nuestro” en griego. Otros mantras que han sido sugeridos son la palabra en arameo para “Padre”: “Abba”; “Paz”, “Kyrie Eleison" y "Veni Sancte Spiritus" – en realidad cualquier otra frase con significado espiritual para el cristiano.
Sin embargo, para elegir un mantra, es mejor seguir el consejo de tu maestro. John Main prefería usar “Maranatha” como mantra. Lo recomendaba por tres razones. Primero porque era una oración en arameo, el idioma de Jesús, que significa “Ven Señor” o “El Señor viene”; segundo porque es parte del “Padre Nuestro”, la más antigua oración cristiana. (La primera carta San Pablo a los Corintios está escrita en griego y sin embargo él la termina usando el arameo “Maranatha” (lo que demuestra lo bien conocida que era esta oración por los primeros cristianos). Y tercero, porque tiene la ventaja de no poseer ninguna connotación para nosotros, de manera que no nos distraerá fácilmente con otros pensamientos.
La primera razón para usar una oración, un mantra, es para limpiar la mente de cualquier otro pensamiento y enfocarla amorosa y únicamente en lo Divino. Comenzamos diciendo el mantra mentalmente, luego después de un tiempo nos damos cuenta que lo estamos escuchando, y con el tiempo nos movemos completamente de la mente al corazón y el mantra suena solo en el centro de nuestro ser. Este proceso no ocurriría si cambiáramos el mantra constantemente.
Laurence Freeman describió el efecto del mantra con las siguientes palabras: “Hace algún tiempo, estaba en un concierto. Mientras esperaba que comenzara, la orquesta comenzó a afinar los instrumentos. Era el sonido más discordante que jamás escuché. Cada instrumento tocaba por su lado, en total desarmonía. Luego sucedió que el oboe, un instrumento pequeño y de suave sonido, comenzó a tocar y todos los demás instrumentos se afinaron con él. Gradualmente la desarmonía general comenzó a serenarse. Luego hubo silencio y el concierto comenzó. Me parece que el mantra es parecido al pequeño oboe. En la meditación, el mantra lleva todas las partes de nuestro ser, una a una, poco a poco, a la armonía. Y cuando estamos en armonía, nosotros, somos la música de Dios”.
Es por lo tanto muy importante que permanezcamos con el mismo mantra, de manera que pueda arraigarse en nuestro ser y tener un efecto armonizador.