La esencia de la meditación es prestarle toda tu atención a tu palabra. John Main siempre recalcaba: “Solo repite tu palabra”. Eso es todo lo que se necesita. Pero como bien sabes, la mente continúa distrayéndose con fantasías, preocupándose o planeando. De ahí la importancia de nuestra palabra, nuestro auxilio para mantenernos concentrados en un punto.
Existe una historia hindú que ilustra la utilidad de las ayudas para mantenernos atentos. Los elefantes no son tan pacíficos, sabios y educados como se los pinta. Si no se los controla caminarán por cualquier lado, tirando todo a su paso. Cada vez que les sea posible recogerán lo que puedan con su trompa traviesa – bananas, mangos, cualquier cosa que los tiente, de los puestos a lo largo del camino.
Los mahouts, los que entrenan a los elefantes, son muy concientes de ello y cuando tienen que llevar a un elefante por las calles atestadas de gente en una procesión religiosa o un casamiento, tienen dos maneras de controlarlo. Primero lo visten de manera especial con adornos y un asiento sobre su lomo, haciéndolo sentir importante. Esto fomenta que el elefante camine de modo cuidadoso y medido. Luego le dan a su traviesa trompa un palito y así el elefante lo lleva orgullosamente y no se tienta de levantar ningún sabroso bocado.
En realidad nuestra mente es como este elefante: si como el mahout le decimos a nuestra mente que estamos haciendo algo muy importante y le damos algo que sostener, como un mantra, hacemos posible lo aparentemente imposible. Si aceptamos la naturaleza caprichosa de nuestra mente y desarrollamos estrategias para manejarla y no nos irritamos ni nos enojamos, ella tampoco se ve tan tentada a seguir sus propias inclinaciones y fantasías y está menos predispuesta a alejarse.
La atención y la oración están indefectiblemente ligados: “Cuando la atención busca a la oración, la encuentra. Ya que, si hay algo que progresa en el tren de la atención, esa es la oración, y entonces debe ser cultivada” (Evagrio).
En el evangelio de Marcos (13:33-37) Jesús nos dice: “Estén prevenidos, estén despiertos. Ustedes no saben cuándo se aproxima el momento.” No sabemos en qué etapa de nuestra meditación el espíritu tomará el control y nos guiará dentro de la corriente de amor entre Cristo y nuestro Creador. Pero no seremos concientes de sus indicaciones, si aún estamos atrapados en nuestros pensamientos, sin estar concentrados en repetir nuestra palabra oración con amorosa confianza, sin ninguna expectativa: “Vuestro Padre conoce vuestras necesidades antes que las formulen”.
Debemos recuperar la belleza del amor y de la confianza incondicional de los niños y su maravillosa habilidad de quedar completamente absortos en cualquier cosa que estén haciendo. “Y yo les digo: a menos que cambien y se hagan como niños, nunca entrarán al Reino de los Cielos.” (Mateo 18:1-4). Necesitamos quedar completamente absortos en nuestra palabra para que seamos llevados a la Presencia Divina.