Según Evagrio, el modo de identificar nuestros “demonios” personales es doble: mediante la oración / meditación y mediante el esfuerzo para lograr el autoconocimiento y la conciencia. Un papel muy importante en esto lo juega el “observar los pensamientos”: “Si existe algún monje (ser humano) que desee medir a algunos de los más feroces demonios…, entonces que observe cuidadosamente sus pensamientos. Que lleve buena cuenta de la complejidad de sus pensamientos… los demonios que los causan. Luego que pida a Cristo explicación acerca de la información que ha observado”.
Por supuesto que los pensamientos no son malos por sí mismos, deben ser distinguidos de los “demonios” o “malos pensamientos”, como los llamó Evagrio. El “demonio” puede ejercer su influencia solamente cuando un pensamiento o un deseo resuenan con fuerza con el patrón de un pensamiento negativo. Esto lleva a que la energía emocional normal se convierta en “demoníaca” y es entonces cuando somos llevados a cometer acciones perniciosas.
Debemos prestarle la debida atención a estos pensamientos significativos y a sus asociaciones. Ellos son los únicos indicadores que tenemos para enseñarnos lo que realmente nos inclina hacia el bien o hacia el mal. Pero la última oración del párrafo anterior es la importante. No podemos llegar a comprender y a encontrar la cura solos. Ninguna explicación racional es suficiente. Solamente la guía de Cristo resucitado en nuestro interior, nos ayuda a alcanzar la conciencia y la comprensión.
En este contexto, hay dos modos de oración: la oración profunda, silenciosa y la oración discursiva. La oración silenciosa o pura nos permite escuchar la voz calma del Cristo resucitado, el sanador, en el centro de nuestro ser. La comprensión, el don de la oración pura, necesita reflejarse en otros momentos en la oración discursiva, que Evagrio esboza como el “observar los pensamientos.” Comenzamos con los pensamientos recurrentes que cruzan nuestra mente y nos damos cuenta de las conexiones y asociaciones entre ellos. Luego debemos retroceder un paso para reconocer el sentimiento que está detrás del pensamiento. Los sentimientos son pensamientos que sentimos en nuestro cuerpo antes de darles forma. El problema es que estamos condicionados para ignorar nuestros sentimientos debido a su naturaleza aparentemente irracional. Son, sin embargo, el primer indicio para nosotros que existe algo agitándose en nuestro profundo inconsciente. Debemos por lo tanto darnos cuenta y reconocer la existencia de nuestros sentimientos en vez de suprimirlos. Antes de tomar conciencia de la existencia de un sentimiento, existe, según Evagrio, una sensación de algún tipo: un sonido, el modo que cae la luz, y en especial un sabor o un aroma. Tan pronto como somos conscientes de un sentimiento debemos preguntarnos si hay una emoción fuerte en su origen, un “demonio” en nuestro inconsciente personal, ¿qué recuerdos condicionados estamos experimentando? ¿Provoca en nosotros recuerdos del pasado? ¿Sentimos que no somos amados? ¿Nos sentimos subestimados, impotentes? Reconocerlo ayuda a comprender los motivos y nos ayuda a ajustar nuestras acciones de acuerdo a las necesidades de la situación presente en vez de reforzarlas con nuestras emociones de experiencias pasadas.
Bien pueden preguntar ¿qué tiene que ver todo esto con la meditación? Es de importancia: “Por meditar me refiero no solamente al trabajo de la oración pura sino a todo el campo del autoconocimiento al que ella conduce” (Laurence Freeman, Jesús el Maestro Interior).
Estos “demonios” bloquean el camino del auto conocimiento, que lleva a la transformación de nuestro ser, que lleva a la unidad, a un nuevo modo de ver la realidad, abriéndonos así la puerta al conocimiento de la Realidad Divina.