La meditación es la fiel repetición de una frase o un “mantra”, como la llamaba el Padre John Main. John Main redescubrió esta forma de oración en los escritos de los primeros cristianos, los Padres y Madres del Desierto, quienes, en el siglo IV de nuestra era, se retiraron mayormente al desierto de Egipto, para vivir una auténtica vida cristiana basada en las enseñanzas de Jesús. La palabra que John Main recomendaba es “Maranatha”. La eligió por ser la oración cristiana más antigua en arameo, el lenguaje que habló Jesús.
Pero, no obstante, esta palabra no se asocia con nosotros, de manera que no le dará a nuestra mente ansiosa la oportunidad de seguir con sus pensamientos. Es la fiel y amorosa repetición de esta oración la que nos conducirá a la quietud de nuestro cuerpo y nuestra mente y nos ayudará a entrar en el silencio que habita en el centro de nuestro ser. El conocido místico del siglo XIV, el Maestro Echkart, dijo: “Nada describe mejor a Dios que el silencio”. Allí, en el verdadero centro de nuestro ser habita Cristo, y es allí donde entramos en la oración de Jesús.
Dijo John Main en su libro “Momento de Cristo”: “Estamos convencidos que el mensaje central del Nuevo Testamento es que solo existe una oración, y Enseñanzas Semanales – Primer Ciclo 10 esta oración es la oración de Cristo. Es una oración que permanece en nuestros corazones noche y día. Solo puedo describirla como un manantial de amor que fluye constantemente entre Jesús y su Padre. Este manantial de amor es el Espíritu Santo”.
Nuestro primer objetivo es mantener nuestra mente en el mantra durante todo el período de nuestra meditación. Esto es bien difícil en sí mismo, ya que nuestros pensamientos nos invaden constantemente. A nuestra mente le encanta partir volando, persiguiendo fantasías, rememorando cosas del pasado y programando lo que tenemos que hacer luego de nuestra meditación. Solo necesitaremos ser pacientes y amables con nosotros mismos. Cuando nos demos cuenta que nos hemos perdido en nuestros pensamientos, no debemos criticarnos o juzgarnos, sino que deberemos gentilmente retornar nuestra mente a nuestra palabra. Aceptemos simplemente que esto es lo natural y lo esperado.
Nuestra mente es como un perrito juguetón, siempre listo para salir corriendo antes que permanecer a nuestro lado. ¿No nos enojaríamos con un perrito, no es cierto? Simplemente lo traeríamos gentilmente a nuestro lado.
Mientras que hagamos esto sin forzarnos de ninguna manera – no uses el mantra como un gancho para golpear tus pensamientos -, lenta y sostenidamente podremos permanecer en el mantra, sin prestar atención a las distracciones. Tus pensamientos podrán estar allí, al fondo, pero más como “una música en el supermercado”, casi no los notarás.
Cuanto más practiques, más fácil será para ti y pronto, en lugar de repetir la palabra, la estarás escuchando, hasta que finalmente sonará por sí misma en tu corazón. Y entonces, tu cuerpo y tu mente se convertirán en un centro armonioso y en paz.
En “De la Palabra al Silencio” John Main lo describe de la siguiente forma: “Las áreas superficiales de la mente están ahora a tono con la profunda paz en el centro de nuestro ser. La misma armonía suena en todo nuestro ser. En este estado, habremos atravesado nuestros pensamientos, nuestra imaginación y todas nuestras imágenes. Simplemente descansaremos con la Realidad, la presencia realizada del mismo Dios habitando nuestros corazones.”