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Ciclo 2 – Carta 41: ¿Qué son nuestros demonios?

Examinemos la división de Evagrio de la vida espiritual en “praxis” y “theoria”. Concentrémonos por un momento más en la “Praxis”. No debemos olvidar que nuestro crecimiento espiritual depende de la gracia y del esfuerzo. La gracia fue primordial para Evagrio, pero el esfuerzo también fue importante. En sus enseñanzas, que deben ser consideradas dentro del contexto de su tiempo – Siglo IV, donde existía una fuerte creencia en las fuerzas angélicas y en los demonios - el esfuerzo necesario consistía en la “guerra” contra los “demonios”. Se pensaba que ellos actuaban contra los esfuerzos de la humanidad y que estaban decididos a impedir que lográramos nuestra liberación.

“Cuando los demonios ven que eres verdaderamente ferviente en tu oración sugieren a tu mente ciertos asuntos, dándote la impresión de que existen preocupaciones acuciantes que requieren atención.” Al hacerlo, interrumpen la oración con eficacia. Pero no estamos solos en esta lucha – la gracia de Dios y de los ángeles está allí para ayudar a los seres humanos y por medio de la comprensión mostrarles el verdadero significado de la vida. “Si oras con toda sinceridad llegarás a lograr un profundo sentido de confianza. Entonces los ángeles caminarán contigo y esclarecerán para ti el significado de las cosas creadas.”

La primera enseñanza de Evagrio muestra cómo los “demonios” se manifiestan en los pensamientos. Ahora, podemos darles a los demonios otro nombre, “Sombra”, de acuerdo con C. G. Jung. ¿Qué diferencia hace un nombre? Estamos hablando de las mismas fuerzas negativas en nuestro inconsciente personal, los deseos del ego que surgen del miedo a no sobrevivir, forman nuestros pensamientos, moldean nuestras emociones y determinan nuestras acciones. Como ya hemos visto en una carta anterior, nacemos como frágiles seres humanos con ciertas necesidades innatas para asegurar nuestra supervivencia: seguridad, amor, estima, poder, control y placer. Estas son las necesidades válidas otorgadas por Dios, que nos permiten sobrevivir en el entorno creado para nosotros. Inevitablemente algunas – o en algunos casos la mayoría de nuestras necesidades de supervivencia – no son satisfechas adecuadamente por nuestros padres o cuidadores de acuerdo con la percepción que el niño tiene de los hechos. Es este sentido, esta percepción de las necesidades insatisfechas, que se convierten en nuestro dolor y lo vuelven una fuerza “demoníaca”, que influye en nuestro comportamiento y nuestra vida en forma inconsciente. Ya no se habla de “guerra contra los demonios”, pero sin embargo es importante que comprendamos y reconozcamos a nuestros demonios. Ya que puede ser un proceso doloroso, es sencillo ver por qué fue considerado una batalla.

Como bebés, niños pequeños y niños, no podemos satisfacer nuestras necesidades esenciales, dependemos de otros para hacerlo. Y eso puede convertirse en hábito, buscar la satisfacción de esas necesidades, especialmente las no satisfechas, fuera de nosotros. Como adultos somos perfectamente capaces de sobrevivir por nuestros propios medios, siempre que no tengamos discapacidades físicas o mentales. Sin embargo, buscamos la satisfacción de estas necesidades fuera de nosotros mismos. Lo que hemos olvidado es que es el ego el que maneja la supervivencia, es el ego el que está herido. No es nuestro verdadero Ser. Al ser conscientes de nuestro verdadero Ser por medio de la oración / meditación, también nos damos cuenta que somos amados, que estamos seguros, que somos queridos, que no estamos heridos, sino que estamos completos en ese nivel. Esa comprensión, cura a su vez al ego herido y nos hace, como dice Jesús, hombres y mujeres enteros y “completamente vivos”.

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